Verbo, el jefe.


(Los personajes de esta narración son las palabras de la oración)

Un importante empresario, Verbo, era jefe de varias empresas, y su misión era muy dura, pues siempre tenía que indicar cómo habían de funcionar todos sus trabajadores.
En sus empresas había buenos empleados: adverbios, sustantivos, adjetivos…
Los adjetivos siempre decían que era majo, pero muy duro como jefe.  Los adverbios estaban de acuerdo con los adjetivos, y recalcaban además  que era muy simpático.
El papel que cumplían los sustantivos y pronombres siempre estaba cubierto, pues cuando le fallaba un sustantivo estaba presente un pronombre, y cuando le fallaba un pronombre, estaba el sustantivo.
Una de las empresas de Verbo estuvo a punto de ser cerrada porque los pronombres quisieron destacar y sustituir siempre a los sustantivos, no solo cuando era necesario. Se pusieron a realizar su trabajo más el de los sustantivos, lo que llevó a que las tareas resultaran redundantes, ya que ambos desempeñaban la misma función en la empresa. Desde ese momento, el rendimiento de todos los empleados se descontroló, ya que era un trabajo en cadena, y nada tenía sentido. Cuando Verbo se enteró, inmediatamente les puso a todos las pilas y les indicó nuevamente lo que tenían que hacer, advirtiendo que cada uno debía desempeñar su  función, y que era absurdo que realizaran la que no les correspondía, ya que solo iba a servir para descontrolar  a los demás trabajadores.

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