Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2011

Comentario de la Tirada de la nariz, fragmento de Cyrano de Bergerac / Edmond Rostand.

Imagen
[…] «EL VIZCONDE DE VALVERT (encogiéndose de hombros) ¡Es sólo un fanfarrón! DE GUICHE: ¿Nadie va a responderle? EL VIZCONDE: ¿Cómo que nadie? ¡Aguardad! He de soltarle una pulla que… (Avanza hacia Cyrano, que le observa, y plantándose delante de él con aire fatuo) Tenéis una nariz… una nariz… grandísima. CYRANO (en tono grave): ¡Mucho! EL VIZCONDE (riendo): ¡Ja! CYRANO (imperturbable): ¿Y qué más? EL VIZCONDE: Yo… CYRANO: ¡Ah, no, sois algo corto, jovenzuelo! Pueden decirse… ¡Dios mío!… tantas cosas más… Variando el tono ― por ejemplo, atended: Agresivo: “¡Yo, caballero, si tal nariz tuviera os juro que al instante me la amputaría!” Amistoso: “¡Se os debe de meter en vuestra taza; para beber, tendréis que fabricaros una copa especial!” Descriptivo: “¡Es una roca!… ¡Un pico!… ¡Un cabo! ¡Qué digo un cabo!… ¿Es toda una península!” De escribanía: “¿Caballero, o caja de tijeras sois?” Curioso: “¿De qué os sirve esa oblonga cápsula?” Gracioso: “¿Tanto amáis a los pájaros que paternalmente

Selección de poemas de autores latinos clásicos

Pincha en el enlace para ver el documento.

LIBRO IV DE LA ENEIDA / VIRGILIO

Imagen
 Lectura del tema 3.    Mas la reina hace tiempo, atormentada de grave cuidado, con sangre de sus venas alimenta su herida y ciego ardor la devora. El gran valor del héroe acude a su ánimo y la gloria    muy grande de este pueblo; se clavan en su pecho sus rasgos y palabras y no deja el cuidado a su cuerpo el plácido descanso. Y recorría las tierras la Aurora siguiente con la luz de Febo y había alejado del cielo la húmeda sombra cuando así se dirige, fuera de sí, a su hermana del alma: «Ana, querida hermana, ¡qué ensueños me desvelan y me angustian! ¡Qué huésped tan extraordinario ha entrado en nuestra casa! ¡Qué prestancia la suya! ¡Qué fuerza en su pecho y en sus armas! Ciertamente creo, y mi confianza no es vana, que es de dioses su raza. El temor delata al pusilánime. ¡Ay, qué sino lo zarandeó! ¡Qué combates librados narraba! Si no estuviera en mi ánimo, fijo e inconmovible, el propósito de a nadie unirme en vínculo matrimonial, luego que mi primer amor me engañó, frustrada, co