Argumento de Cumbres borrascosas de Emily Brontë



ARGUMENTO DE CUMBRES BORRASCOSAS de Emily Brontë.

Capítulo 1. [El narrador es el señor LOOCKWOOD]
LOOCKWOOD se presenta ante su casero, el señor HEATHCLIFF, en su casa llamada Cumbres Borrascosas (zona de mucho viento), para hablar del alquiler de la Granja de los Tordos, una mansión de su propiedad. A LOOCKWOOD le pareció un hombre interesante y reservado, por ello aceptó la no muy grata invitación a entrar en la casa. HEATHCLIFF le ofreció un trago, QUE fue servido por JOSEPH, el criado, un hombre viejo ya maduro, pero sano y fuerte, quien tampoco es muy hospitalario.
HEATHCLIFF, desde el punto de vista físico, era un hombre moreno, parecía gitano, de postura erguida; por sus ropas y modales parecía un caballero, aunque su apariencia era ruda. Lo más llamativo es que no dejaba traslucir sus emociones.
LOOCKWOOD, viendo la personalidad misántropa de su casero, recuerda su incapacidad para mantener una relación normal con una mujer. Recuerda que estando en una playa se fijó en una chica que le llamó la atención; el interés fue mutuo, pero cuando ella comenzó a mirarle insistentemente, él se acomplejó y no llegaron ni siquiera a hablarse.
LOOCKWOOD y HEATHCLIFF se sentaron frente a la chimenea. Una perra acompañada de sus cachorros le mostró su hostigamiento. Él intentó ganarse su simpatía acariciándola, pero el señor HEATHCLIFF. se lo impidió con el argumento de que en esa casa a los animales no se les acariciaba. En el momento que se quedó solo con el animal, insistió en ganarse la confianza del can, pero el animal le repelió otra vez. Nadie le socorrió, excepto ZILLAH, la criada. Después del incidente, HEATHCLIFF le habló de las ventajas y desventajas de la granja, y LOOCKWOOD le prometió una visita al día siguiente a pesar de que HEATHCLIFF no se lo había invitado.

Capítulo 2. [El narrador es el señor LOOCKWOOD]
En primer momento, LOOCKWOOD había decidido no ir a Cumbres borrascosas, porque hacía mucho frío, pero después de comer regresó por segunda vez. Caminó cuatro millas, seis kilómetros, hasta alcanzar a su destino. Cuando llegó, caían copos de agua nieve, había escarcha y viento muy frío. Llamó a la puerta pero nadie le abría. JOSEPH se asomó, y le preguntó qué quería, yéndose sin ayudarle. Comenzó a nevar. Apareció HARETON, un joven hosco, y le ordenó que lo siguiera. Llegaron al salón, y LOOCKWOOD vio a una joven de nombre CATHERINE, que estaba sentada junto a la mesa. Él se quedó parado esperando que lo invitara a sentarse. Ella lo recibió sin mayor interés; el único comentario que le formuló es que no debía haber salido de su casa por el mal tiempo. Era una joven mujer esbelta, tenía una hermosa cara, de tez blanca, dorados bucles, y unos lindos ojos. Le preguntó si estaba invitado a tomar el té; él le dijo que no, y ella tampoco le sirvió. Por fin llegó HEATHCLIFF y le increpó por haber salido de casa con ese tiempo tan malo, aconsejándole que regresara de inmediato. El huésped pidió que algún criado le acompañara y le guiara para poder encontrar el camino de vuelta, pero HEATHCLIFF lo prohibió. En la conversación que mantiene con LOOCKWOOD supone que la mujer con la que ha hablado es su esposa, pero éste, con cajas destempladas, le reprocha esa suposición. CATHERINE es una chica de unos 16 años y HEATHCLIFF, calcula el narrador, puede tener unos cuarenta. De malos modos, explica HEATHCLIFF que ella es su nuera y que está viuda.
Pronto se acaba la conversación y cada uno vuelve a sus quehaceres. En ese momento, JOSEPH le llama la atención a CATHERINE cuando la ve quemar una caja de fósforos y la reprende por no colaborar En las tareas de la casa. Se enzarzan en una disputa en la que la chica le amenaza con prácticas de brujería al criado.  LOOCKWOOD insistió para que alguien le socorriera, pero HEATHCLIFF le propone que se las arregle para dormir con HARETON o JOSEPH porque no tenía dependencias para las visitas. Él se enojó, y le quitó la lámpara a JOSEPH, pero se le cayó quedándose todos a obscuras. En ese momento fue atacado por los perros. HEATHCLIFF y HARETON se rieron de él; solo ZILLAH, una criada que lleva dos años en la casa, le ayuda.

Capítulo 3 [El narrador es el señor LOOCKWOOD]
LOOCKWOOD fue conducido a una habitación en la que el amo no permitía entrar a nadie. La criada no supo darle las razones de esa prohibición. En la habitación había un armario con dos puertas que franqueaban la entrada a otro habitáculo. En el alféizar había una colección de libros muy desgastados por el uso. En la repisa había grabados varias veces los nombres de CATHERINE, acompañados de los apellidos HEATHCLIFF o LINTON. Aunque logra dormir un poco, pronto se despierta y comienza a hojear los libros. En una vieja biblia aparece una fecha de hacía 25 años. También encuentra anotaciones en los libros como si fuera diario. Incluso, encuentra una descripción de JOSEPH que le hace mucha gracia. [La narradora es la señorita CATHERINE]Leyó las anotaciones hechas por CATHERINE EARNSHAW sobre su infancia, referencias a su hermano HINDLEY, de cómo éste se había enojado con ella y con HEATHCLIFF porque JOSEPH les acusaba de desobediencia cuando éste los sermoneaba. También cuenta que su hermano trataba mal a HEATHCLIFF, porque siempre le consideró un vagabundo.
Pasó una noche muy mala. Mientras lee las anotaciones que encuentra en los libros, le entra sueño y acaba durmiéndose. Sueña que oye un sermón del criado JOSEPH; es más bien una pesadilla y en ella hay un momento en el que hay una refriega. En realidad, es el golpeteo de una rama en el cristal de la ventana. Como era molesto intenta abrir la ventana para apartar la rama, pero como no puede, rompe el cristal y cuando saca la mano, ésta es atrapada por otra mano de una chica joven casi idéntica a la que lo había recibido por la tarde. La chica le pide que la deje entrar y no lo suelta lo que le lleva a tener que frotar su brazo contra los cristales. No obstante, sique sin soltar. La convence de que le deje libre para que pueda pasar; en ese momento, cerró la ventana. Presa del pánico, da un gran grito que es oído por HEATHCLIFF. Cuando llega le explica todo lo que le ha sucedido y le pide que le deje bajar a la cocina o salir al patio ya que no puede volver a quedarse en ese sitio. El amo de la casa le recomienda que se dé paseos por el primer piso o por la escalera. Cuando se queda solo, se aproxima al dormitorio de su anfitrión y le oye cómo se dirige a la chica para que se haga presente para irse con ella.
LOOCKWOOD regresa a la Granja de los tordos todo mojado.

Capítulo 4 [El narrador es el señor LOOCKWOOD]
Cuando encontró el momento adecuado, pidió información a su ama de llaves sobre los habitantes de Cumbres borrascosas. La criada lleva 18 años al servicio de la familia y conoce a la perfección lo que ha ocurrido en las dos casas. Lo primero le informa de quiénes son los actuales habitantes de Cumbres borrascosas: HEATHCLIFF, HARETON, JOSEPH y la señorita Katherine hija.
[La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
La historia comienza cuando el señor Earnshaw trae de Liverpool un niño solitario que había recogido de la calle. La impresión que causa cuando lo ven sucio los demás miembros de la casa es de rechazo; les parece un gitano. Sin embargo, el padre se muestra especialmente protector, prefiriéndole a él, a sus propios hijos. El enfrentamiento es virulento sobre todo con el mayor, con HINDLEY. La señora Dean se percata de la fortaleza del muchacho cuando lo cuida durante el sarampión que pasan los niños: él no se quejaba nada; en cambio, los otros no soportaban las incomodidades.
HEATHCLIFF pronto se percató del favoritismo del padre y se aprovechaba para extorsionar a HINDLEY. Consiguió que su hermanastro le entregara su caballo cuando el suyo se quedó cojo. La amenaza consistía en contar al padre que le había pegado.

Capítulo 5 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Con el paso de los años el señor EARNSHAW fue cambiando de carácter: ya no era el hombre sano y enérgico que solía ser y se volvió suspicaz e irritable; además, Joseph consiguió en él despertar el fervor religioso. El cariño que le daba a HEATHCLIFF hacía que todos lo odiasen por ello, menos CATHERINE. HINDLEY fue enviado a un colegio por consejo del sacerdote encargado de la educación de los niños de la zona; el chico tenía 14 años. Con su marcha la familia era feliz, a no ser porque JOSEPH, llevado de su alocado ardor religioso, ponía en entredicho la educación de los niños, recalcando especialmente la maldad y responsabilidad de la muchacha. Esta sentía especial interés en provocar a su padre. Los dolores del Sr. EARNSHAW terminaron una noche de octubre. Estaban todos en el salón, CATHERINE se había portado muy bien, y su padre le preguntaba por qué no era siempre así; ella le respondió a su vez con la pregunta de por qué él no podía ser siempre un hombre bueno. La niña entonó una canción. El amo se durmió y se murió mientras estaba dormido. Se dieron cuenta de que había muerto cuando JOSEPH lo fue a despertar para rezar.
La muerte no supuso un trauma para los niños: se lo tomaron con calma consolándose el uno al otro.

Capítulo 6 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
El señor HINDLEY volvió para el entierro, y trajo a una mujer con la que se había casado de nombre FRANCES. No causó buena impresión por su poca salud; ella mostraba miedo a morir. Se hizo cargo de la casa. Con su llegada, cambiaron algunas costumbres: el amo desterró a JOSEPH y a la señora Dean a la cocina. HINDLEY se volvió más déspota. A HEATHCLIFF lo trató como a un criado y no se preocupó ni de él ni de su hermana CATHERINE. Vagaban por la finca y los parajes próximos a su antojo. Una tarde de domingo, se acercaron a la Finca de los Tordos para comprobar cómo era la vida de los LINTON. Viendo una disputa pueril entre los hermanos a consecuencia de un pequeño perro, se rieron de ellos estruendosamente hasta que fueron descubiertos. Los criados salieron en su búsqueda pensando que eran ladrones. A CATHERINE le mordió en el tobillo un perro. Como consecuencia, les atraparon y los metieron en casa. Rápidamente se percataron de que los dos chiquillos eran los vecinos. Viendo el estado tan lamentable en el que se encontraba la niña, decidieron que se quedara con ellos para curarla y adecentarla un poco. Al niño gitano, como ellos llamaban a HEATHCLIFF, lo echaron con cajas destempladas. HEATHCLIFF merodeó por la casa con la intención de recuperar a su compañera, pero comprobó que estaba a gusto con ellos por lo que regresó solo a Cumbres Borrascosas.
A la mañana siguiente, el señor Linton se encaminó a Cumbres Borrascosas para informar de que la chica iba a permanecer en su casa hasta que se recuperara y para afear el poco cuidado con el que HINDLEY educaba a su familia. La reacción de HINDLEY fue impedir todo trato de su hermana con HEATHCLIFF.

Capítulo 7 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]

CATHERINE estuvo viviendo cinco semanas con los LINTON volviendo a casa por Navidad.
A su vuelta se notaba un cambio en los modales; ya no era una jovencita traviesa. Sin embargo, su mirada ardiente, al llegar a Cumbres Borrascosas, se fijó en los perros que la recibían, aunque no se atrevió a acariciarlos por miedo a que le ensuciaran su vestido. También intentó ver a HEATHCLIFF, pero éste no se hacía presente, aunque estaba espiando la entrada de su amiga en casa. El estado de abandono y suciedad había ido a más en este tiempo de ausencia de su compañera. La señora Dean había intentado que se aseara un poco, pero no había logrado nada. Al no verlo, Cathy preguntó por él. Cuando salió de su escondite, la chica se lanzó hacia él besándole. Sin embargo, ante la mirada extrañada de su amiga por el estado de abandono en el que se encontraba, huyó de la concurrencia para no ser el hazmerreír.
Al día siguiente, los Earnshaw invitaron a los Linton a pasar con ellos el día de Navidad con el propósito de agradecerles las atenciones que habían tenido con CATHERINE. Aceptaron con la condición de que HEATHCLIFF no estuviera presente. La señora Dean se compadece del pobre muchacho, pero no puede hacer nada no siendo intentar que refinara sus modales. Le estuvo intentando convencerle de que se aseara para que pudiera quedarse a solas un rato con CATHERINE, pero se negó. Catherine lo fue a buscar y preguntó qué le pasaba, pero, como estaba tan atareada con los preparativos para recibir a los invitados al día siguiente, no insistió en la búsqueda. El enfado se le pasó al día siguiente, después de regresar a media mañana de dar un paseo por el pantano. Le rogó a la criada que le pusiera guapo. El chico parecía dispuesto a ser sociable otra vez, sobre todo porque la criada le recuerda que Catherine está sufriendo por él. Sin embargo, su buena disposición cambia otra vez al compararse con Edgar Linton: él nunca podrá competir con los aspectos positivos ni con su posición económica. Pero la criada le recuerda aun así que un buen corazón siempre ayuda a tener buena cara, aunque se sea un negro auténtico. Y, al revés.
El muchacho se animó de nuevo y, cuando llegaron las dos familias de misa, intentó sumarse al grupo, pero al abrir la puerta se topó con HINDLEY. Este viéndole tan arreglado, recordó la promesa que había hecho a los Linton de que lo tendría alejado y ordenó a Joseph que lo recluyera en el desván. El joven LINTON, sin mala intención, hizo un comentario sobre el pelo de HEATHCLIFF y este reaccionó violentamente lanzándole una fuente de compota a la cara del chico. CATHERINE le recriminó que hubiera abierto la boca, porque el castigo que le iban a infringir sería muy duro. Así fue, pues HINDLEY venía exhausto después de encerrarlo en su habitación. La propia CATHERINE impulso calma a los invitados quitando importancia a lo ocurrido, aunque ella lo pasó muy mal pensando en su amigo. A la tarde hubo un baile, pero Catherine, en el momento que pudo, subió a la buhardilla a hablar con el encerrado. Incluso, la chica fue capaz de subiendo al tejado por una claraboya de reunirse con él. Cuando regresan, lo van a hacer los dos juntos. Logran convencer a la criada de que lo esconda en la cocina. Mientras está sentado al fuego, vuelve a sus cavilaciones confesando a la criada que está planeando la venganza sobre Hindley.
La señora Dean detuvo su relato pensando en que era hora de costar, pero LOOCKWOOD no quiso, y le pidió que siguiera contando con todo detalle la historia.

Capítulo 8 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Un día de junio nació HARETON. El parto fue bien, pero el médico al reconocer a la madre, aventuró descarnadamente que no llegaría al invierno a consecuencia de la tisis que padecía. No obstante, ni FRANCES ni él se creyeron el vaticinio del doctor. Incluso, los días previos a su muerte, se negaron a aceptar lo inevitable.
ELLEN, la criada y narradora, se quedó a cargo del niño. Su padre se conformó con respecto al hijo de que estuviera bien y no llorara. Pero, su vida, después de la muerte de su esposa, fue de desesperación interna y, poco a poco, se fue haciendo más desordenada. Su carácter despótico y agresivo tuvo como consecuencia que los criados y jornaleros se despidieran. Tan solo quedó en casa ella, por la responsabilidad en la crianza de HARETON, y JOSEPH. El trato dispensado a HEATHCLIFF fue atroz, pero el chico parecía gozar con la degradación paulatina que observaba en su hermanastro.
CATHERINE, con quince años, mantuvo la amistad con EDGAR LINTON. La chica se había convertido en una moza altanera y segura de sí misma. La señora le muestra al señor LOOCKWOOD el retrato de EDGAR y le hubiera gustado enseñarle el de ella, pero ya no estaba allí.
[El narrador es el señor LOOCKWOOD] Contemplando el retrato de Edgar, el señor LOOCKWOOD encuentra muchos parecidos con la chica que acaba de ver en Cumbres borrascosas. La belleza del joven es sobresaliente y no entiende cómo CATHERINE madre pudo mostrar preferencias por un hombre tal mal encarado como HEATHCLIFF.
[La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
CATHERINE supo suavizar su carácter cuando se relacionaba con los LINTON y acabó por ganarse a todos, especialmente rindió al joven EDGAR LINTON. La chica supo mantener las dos relaciones con naturalidad, sin tener conciencia de engañar a ninguna parte.
EDGAR LINTON no iba de agrado a ver a CATHERINE a Cumbres borrascosas por el miedo especialmente de encontrarse con HEATHCLIFF. Tampoco le gustaba a ella, porque se veía en un compromiso difícil de compaginar por la rivalidad de los dos hombres. Por ello, sufría, pero era tal su altivez que no lograba de ella, la narradora, compasión, sino burla. Pero la situación personal llegó a ser tan conflictiva, que acabó por confesarle sus tribulaciones.
El aspecto de HEATHCLIFF con 16 años había ido a peor. Dejó de tener la curiosidad y el deseo de aprender de cuando era pequeño y eso se reflejó en su rostro apagado y sombrío; además, a fuerza de estar realizando trabajando en el campo, su aspecto era más rudo.
Una tarde en la que HINDLEY no estaba en casa, CATHERINE había invitado a Edgar Linton a casa, sin saber que HEATHCLIFF también había decidido tomarse la tarde libre. Entró en la cocina en el momento en el que la criada ayudaba a vestir a la señorita y le preguntó si podían estar juntos. CATHERINE intentó disuadirlo y convencerlo de que se fuera a trabajar, pero viendo que no era posible, le dejó ver que a lo mejor esa tarde se pasaban los LINTON. Comprendió el joven que ella se estaba preparando para el recibimiento y le echó en cara que prefiriera a esos memos a él. Le señaló en un calendario los días marcados que ella había pasado con ellos y los que había estado con él para resaltar el poco tiempo que estaban juntos. La joven le hace ver que su compañía ya no es placentera pues aporta poco a la relación. En ese momento llegó el joven LINTON. La diferencia entre el joven radiante y delicado que entraba, contrastaba con el turbio y mal encarado que acababa de salir.
La criada se puso a limpiar en el salón porque había recibido órdenes de HINLEY de que no dejara solos a los dos jóvenes. CATHERINE intentó que se marchara, pero ella se opuso. Tan mal le sentó esta negativa a la joven, que entre las dos se estableció una disputa que llegó a la agresión por parte de CATHY. LINTON, extrañado de la violencia y pasión de su amiga, le hubo de llamar la atención. Pero no cesó. El pequeño HARETON viendo cómo era maltratada su ama, llamó mala a CATHERINE, que lo cogió y zarandeó. El invitado intentó que no maltratara al niño y recibió un tortazo. Ante esta reacción, él intentó marcharse aconsejado por la misma criada de que no volviera a ver a la chica, pero las palabras que le había dirigido la joven acusándole de que si se iba sin escucharla enfermaría, le hicieron volver a entrar en casa desde el patio de la casa donde ya había salido para marcharse. La criada comprendió que la relación seguiría y que era imposible romper los designios del destino.

Capítulo 9 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Ese mismo día en la que el joven LINTON vio el verdadero carácter de CATHERINE, por la noche ocurrieron los siguientes hechos. La criada procuraba, cuando sospechaba que HINDLEY iba a llegar borracho, que no la encontrara ni a ella ni a su hijo Hareton. Esa misma noche, a pesar de las precauciones, se encontró a los dos. La violencia y locura cuando estaba bebido eran impredecibles. Primero se metió con la criada, a la que amenazó con clavarle un cuchillo por la boca. Como lloró el niño, se dirigió a él tomándolo en brazos. Sin saber muy bien por qué, ascendió al primer piso, y balanceó en el vacío del hueco de la escalera a su hijo. La criada intentó arrebatárselo, pero, al oír moverse a HEATHCLIFF por el salón, en un momento de descuido, el padre dejó caer al niño, que no se estrelló contra el suelo porque a HEATHCLIFF le dio tiempo a cogerlo en vuelo. Sin embargo, se arrepintió enseguida de haberlo salvado, pues hubiera sido la manera de vengarse.
HINDLEY, tras comprobar que no le había pasado nada a su hijo, comenzó de nuevo a beber y a imprecar a la criada por no haber tenido los suficientes reflejos para ocultar a su hijo de su presencia, y a HEATHCLIFF le amenaza con matarlo esa misma noche si no se va de casa. También amenaza con quemar la propia casa. El chico lamenta que el amo no muera alcoholizado, algo poco probable, según el médico, por la robusta salud de la que disfruta.
La criada se va a la cocina con el niño. HEATHCLIFF, sin que ella se percate, se tumba en un banco. En ese momento salió de su habitación CATHERINE, que no había querido participar de la refriega. Pensando que estaban solas, se sinceró con la criada diciéndole que Edgar le había pedido hacía unas horas que se casara con él. Le pregunta a la criada qué respuesta le debería haber dado. La criada se sorprende del juego al que le somete la joven haciéndole ver que, si ya le ha dado una respuesta, no tiene sentido saber su opinión. Con todo, la criada espera que le haya dicho que no. Se queda de piedra cuando la joven dice que se casarán. Ellen intenta indagar las razones por las que ha dicho que sí. Ella pone de relieve la belleza, los buenos modales, la riqueza y posición que alcanzará… No obstante, la criada le hace ver que no son razones suficientes para convivir toda la vida con un hombre, pues esas cualidades son efímeras. La chica acaba por reconocer que su elección supone un rechazo a HEATHCLIFF y que este es consecuencia del trato tan degradante con el que le ha tratado su hermano. Si no hubiera sido por esta circunstancia, se hubiera casado con HEATHCLIFF, aun sabiendo que rechazaba el cielo -el matrimonio con Edgar- para vivir en el páramo -vida con HEATHCLIFF. En esas circunstancias, la relación con HEATHCLIFF sería una humillación, pero a quien amaba realmente era a él. Antes de decir estas últimas palabras, la criada oye moverse a HEATHCLIFF y salir de la cocina. Solo había escuchado parte de la conversación, sin oír la confesión amorosa final de su compañera, y se fue de la casa, sin decir nada antes.
En ese momento llegó Joseph y la criada le sugiere que se calle por si la puede oír HEATHCLIFF.
La criada le plantea a la joven si en su decisión ha tenido en cuenta la relación con su compañero de toda vida; si ha pensado que, a lo mejor, él la había elegido como compañera. Si fuera así, se iba a sentir muy desgraciado cuando se enterara de su matrimonio con Edgar. CATHERINE, muy enfadada, le responde reprochando a la criada que cómo se le ocurre pensar que en su decisión no haya tenido en cuenta a HEATHCLIFF. La relación con él seguirá y si Edgar no la admite, no se celebrará la boda. Su futuro marido ha de entender la necesidad que ella tiene de mantener su unión con su amigo. Es más, si se casa con Edgar, es con la intención de que HEATHCLIFF se independice de su hermano para librarle del sometimiento degradante en el que vive. Por otra parte, si ella se casara con HEATHCLIFF no tendrían ni para comer. Esta última razón de CATHERINE para casarse con el joven LINTON, es a juicio de la narradora la más perversa e inmoral de todas las esgrimidas por la joven por no respetar los principios éticos del matrimonio.
Cuando Josep llega a la cocina, comienzan a preocuparse por la ausencia de HEATHCLIFF. Lo buscan por todas las dependencias y a medida que entra la noche, la muchacha se pone histérica pensando que su amado amigo pueda estar molesto si no ha interpretado bien la conversación con la criada. Sale ella misma a buscarlo a pesar de que llueve a consecuencia de una tormenta veraniega. Todos se acuestan, menos ella que pasa empapada la noche en vela esperando la vuelta de su amigo. Cuando la encuentra por la mañana su hermano HINDLEY, éste se da cuenta de que su hermana está enferma y JOSEPH se encarga de contar la razón por la que se encuentra así.
Retirada en su cuarto por orden de su hermano, CATHERINE da señales de delirio, por lo cual la criada decidió llamar al doctor KENNETH, que le diagnosticó una enfermedad grave y ordenó que la cuidaran no se fuera a suicidar. Entre todos la cuidaron y fueron capaces de sacarla adelante.
La madre de EDGAR LINTON se empeñó en llevarse a la joven CATHERINE cuando se repuso un poco. La familia de ella no se opuso, porque no era una enferma fácil de atender. El traslado tuvo sus consecuencias porque la enferma contagió a los padres de EDGAR y murieron los dos.
Restablecida volvió más altiva aún a Cumbres borrascosas tiranizando a todos con la complacencia de su hermano. Nadie se oponía a sus veleidades para no contradecirla por miedo a que le volviera a repetir algún acceso de cólera tan peligroso para su salud, según las recomendaciones del doctor.
A los tres años de morir sus padres, EDGAR LINTON y CATHERINE contrajeron matrimonio. Convencieron a NELLY que los acompañara de sirvienta en la Finca de los tordos. Hareton había cumplido en ese momento cinco años. Le costó separarse del niño, pero, HINDLEY, una vez marchada su hermana, no quiso que hubiera mujeres en casa. Encargaron la educación de HARETON a un clérigo de la zona.

Capítulo 10. [El narrador es el señor LOOCKWOOD]
LOOCKWOOD pasó cuatro semanas enfermo. Pasó ese tiempo sin salir de casa por prescripción del médico. HEATHCLIFF lo fue a visitar a la Granja y le obsequió con unos patos.
Al cabo de ese tiempo, le pidió a ELLEN DEAN que continuase con la historia.
[La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Ella le dijo que nadie sabe cómo consiguió HEATHCLIFF refinar sus modales, adquirir cultura y conseguir dinero cuando se fue de Cumbres borrascosas.
La criada recuerda el primer año y medio como un periodo de paz. Trataban a CATHERINE como si fuera una reina; nadie la contrariaba. Es verdad que en algunas ocasiones, daba muestras de depresión, que explicaban como secuelas de su pasada enfermedad.
Una tarde de septiembre, NELLY fue abordada cuando venía de recoger una cesta de manzanas del jardín por un hombre que resultó ser HEATHCLIFF. Llevaba un rato merodeando por la casa extrañado de la paz que reinaba. Le pidió a la criada que avisara a su señora que un hombre preguntaba por ella. Aunque dudó de dar el recado, al final lo hizo. Mientras la señora fue a ver de quién se trataba, la criada le dijo a EDGAR que era HEATHCLIFF. El marido echa pestes de él, pero NELLY le recuerda el aprecio que le tiene CATERINE y que su presencia puede ser beneficiosa para ella. Sin otra posibilidad, el marido manda que reciba al recién llegado. Se adelanta ella, que, toda entusiasmada, le dice que es HEATHCLIFF. El marido le pide que reprima su alegría y le reciba en la cocina, lugar apropiado a un criado. Pero ella no lo consiente de ningún modo y le pidió que de ahora en adelante le habían de tratar como a un amigo. CATHERINE les obliga a que se den la mano. Cuando ven a la luz de los candelabros la figura de HEATHCLIFF, se quedan asombrados de la transformación: había crecido, su complexión era atlética y sus modales mucho más refinados; tan solo su mirada perversa seguía, aunque la lograba contener. La situación es tensa para el anfitrión; no así para los antiguos amigos que en silencio disfrutan del momento. CATHERINE le reprocha que durante los tres años que ha estado ausente no haya dado noticias de su persona, razón por la cual ella ha sufrido lo indecible. Él, a su vez, la amenaza si en el futuro las veces que se vean es recibido de manera fría. Los reproches mutuos son interrumpidos con la llamada del marido a que acudan a tomar el té.
Cuando HEATHCLIFF se retira, comunica a ELLEN que se hospedará en Cumbres borrascosas. A la criada le pareció raro y empezó a pensar que con su venida comenzaban los problemas.
A media noche CATHERINE se presentó en el cuarto de la criada y la despertó porque no podía dormir y necesitaba hablar con alguien para compartir su felicidad, más cuando su marido no había querido oírla con el pretexto de estar enfermo. En realidad, cree que está muy celoso y eso no lo aguanta por creer que es pueril. ELLEN intenta hacerle ver la cuestión desde otro punto de vista. Le está obligando a que aprecie a alguien que no puede ver desde que era pequeño. Ella, sin embargo, está segura que su marido se plegará a sus designios porque la quiere demasiado.
HEATHCLIFF también ha dicho a CATHERINE que se hospedará en Cumbres borrascosas y le explica los motivos. Había acudido allí a buscarla a ella, la criada, para que le trajera el recado de que quería verla. HINDLEY se encontraba jugando una partida de cartas a la que se sumó HEATHCLIFF, quien les ganó un poco de dinero. Su hermano, que había visto que llevaba mucho dinero en la cartera, le había vuelto a invitar a que se sumara a la partida una vez que acabara su visita en La finca de los tordos. CATHERINE piensa que su hermano no es consciente del odio que su amigo siente por él. La intención de HEATHCLIFF es ganarse la confianza de HINDLEY para que le permita vivir en Cumbres borrascosas para estar cerca de CATHERINE.
La tensión por la venida de HEATHCLIFF se fue suavizando e, incluso, al matrimonio estaba en franca armonía. Las visitas del antiguo amigo no fueron muy continuas y CATHERINE moderó su afectuosidad.
Sin embargo, se planteó otro conflicto: Isabella, que por esa época tenía 18 años, se enamoró de HEATHCLIFF. Su hermano, muy unida a ella, no se podía creer que se hubiera sentido atraído por un ser tan maligno. Además, se percató de que, si ellos no tenían un hijo, la hacienda familiar iría a parar a manos de ese desalmado. Lo peor de todo es que el enamoramiento había sido limpio, en el sentido de que HEATHCLIFF no había hecho nada para llamar su atención y, además, no la correspondía. La muchacha cambió de carácter y echaba la culpa de todos sus males a CATHERINE, a la que acabó acusando de no dejarla estar con HEATHCLIFF, del que se había enamorado. CATHERINE no da crédito a esta confesión e intenta abrir los ojos a su cuñada afeando y tildando a HEATHCLIFF como un ser perverso. La criada confirma las palabras del ama y le añade alguna información de la conducta actual de su enamorado, que vive con la persona a la que más odia, HINDLEY, alimentando sus desórdenes personales e incitándole al juego, a consecuencia del cual ha hipotecado todas sus pertenencias y perdido el dinero conseguido, que está pasando a manos de HEATHCLIFF. Mas todo es en vano, no la cree.
Los acontecimientos se precipitaron una tarde que se encontraban CATHERINE e ISABELLA solas en casa. Llegó HEATHCLIFF a La finca de los tordos antes de lo habitual. Sin que ISABELLA se percatara entró en el salón. CATHERINE confesó a HEATHCLIFF el amor que su cuñada sentía por él y como a ella la consideraba una rival. La chica intentó salir de la habitación, pero no se lo consintió la esposa de su hermano que la sujetó hasta que le clavó las uñas en los brazos. HEATHCLIFF no acaba de creerse lo que su amiga le ha dicho, pero ésta insiste en confirmar que es verdad, aunque le advierte que no la dejará que se case con él. Sin embargo, aunque él desecha la idea, se le pasa por la cabeza que la heredera de la casa Linton, después de Edagar, es ella. CATHERINE parece que olvidó el asunto, pero la criada vio venir el peligro para las dos casas: La finca de los tordos y Cumbres borrascosas.

Capítulo 11 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Un día ELLEN se decidió a subir a Cumbres borrascosas. Viendo el mojón que señalaba las direcciones, se acordó de que en ese lugar jugaba de pequeña con HINDLEY. Al llegar a la finca le esperaba HARETON, que rondaría los seis años. El niño ya no se acordaba de que ella lo había criado. La miraba con odio y le tiró una piedra. Con el señuelo de una naranja, la mujer sonsacó un informe de cómo se estaba criando. Su padre no lo quería ver delante de él y le pegaba con frecuencia. HEATHCLIFF le protegía y sentía más predilección por él que por su padre. Por otra parte, no estaba recibiendo ninguna formación porque su protector había prohibido la entrada al clérigo. Al final, ELLEN no puede ver a su antiguo amo porque el que aparece por la puerta es HEATHCLIFF. Al verlo, salió corriendo. Pero llegó a la conclusión de que pondría todo de su parte en intentar disminuir la influencia de ese ser maligno, aunque esto le llevara a enfrentarse a su ama CATHERINE.
A los tres días, HEATHCLIFF volvió a la Finca de los tordos. Dio la causalidad de que vio sola a ISABELLA mientras echaba de comer a las palomas. Aprovechó la circunstancia para besar a la chica. Pero Ellen estaba contemplando la escena desde la cocina. CATHERINE entró junto a la criada y, finalmente, él las vio a las dos y supo que habían sido testigos de la escena. ELLEN le reprocha su inmoral y falso comportamiento, sabiendo que él no la quería realmente. Pero la señora le manda callar y dejarlos solos. CATHERINE le aconseja que, si quiere volver a poner los pies en esa casa, debe dejar en paz a ISABELLA. HEATHCLIFF, arrogante y mal encarado, le advierte de que no le amenace porque está deseando quitarse del medio a EDGAR. Además, le echa en cara a su amiga de que le trate como a un perro. De ella no se vengará, pero le pide que no interceda por otros, porque él tiene derecho a vengarse, al igual que ella se venga en él. CATHERINE se desespera al pensar cómo había intentado integrar a HEATHCLIFF en su mundo y cómo este lo estaba echando a perder sin tener en cuenta todo el dolor que le estaba produciendo.
Cuando llega su marido, ELLEN le pone al corriente de la actitud de HEATHCLIFF y le aconseja que no le vuelva a permitir visitar su casa. Manda a la criada que vaya en busca de dos criados para echarlo. Cuando llegan, les ordena esperar en el pasillo. Entra y recrimina a su mujer que permita a ese hombre mantener la actitud que mantiene. Ella se enfrenta a él porque piensa que ha estado oyendo detrás de la puerta. HEATHCLIFF, que había estado oyendo con la cabeza gacha la reprimenda de su compañera, levanta la cara y se ríe descaradamente y desafiante ante el marido. Éste, sin perder la calma, ante la actitud provocadora, le da diez minutos para que abandone la casa si no quiere que le echen a la fuerza. El intruso le siguió provocando y EDGAR con toda naturalidad mandó llamar a los criados. Pero CATHERINE impidió que se cumplieran sus órdenes al cerrar con llave la puerta y decir a su marido que se enfrentara personalmente a él o le pidiera perdón. Y reprocha a los dos su mal comportamiento. EDGAR intenta quitar la llave a su esposa, pero ésta la tira al fuego y tilda a su marido de cobarde. HEATHCLIFF se regodea viendo la humillación por la que está pasando EDGAR y reprocha a su amiga que prefiriera a un hombre tan cobarde a él. Se acerca al marido y lo zarandea. En ese momento, EDGAR ser volvió y le propinó un fuerte puñetazo en el cuello que lo dejó sin respiración. En ese momento, LINTON se escabulle saliendo por otra puerta en búsqueda de otros criados o de armas. CATHERINE aconseja a HEATHCLIFF que se vaya inmediatamente, porque prefiere ver hundido y humillado a su marido que a verlo a él. La amenaza es seria y, aunque intenta antes de irse vengarse, cuando ve que EDGAR viene acompañado de dos hombres con garrotes, lo piensa mejor. Rompe la cerradura de la puerta cerrada con un atizador de la lumbre y sale por la puerta principal.
CATHERINE se retira a su habitación en compañía de ELLEN. Le pide que haga todo lo posible para que ISABELLA no aparezca delante de ella. Le encarga también que haga ver a su marido que está a punto de enfermar para meterle preocupación en el cuerpo. Se lamenta de que su marido hubiera oído la conversación que mantenía con HEATHCLIFF, pues si no hubiera intervenido creía haber podido convencerle de que dejara en paz a su cuñada. Ahora, todo se había perdido. Y no podía perdonar a ninguno de los dos.
Nada más salir la criada, sacó la conclusión de que los accesos de ira de CATHERINE podían ser controlados si se lo proponía, por lo que, cuando se cruzó con el señor que subía a hablar con su esposa, no le dijo nada. Llena de curiosidad, se puso a escuchar la conversación. EDGAR solo quería saber si ella iba a mantener a partir de ese momento la amistad con HEATHCLIFF. La cuestión era muy simple: o él o el amigo. La esposa no quiso elegir. Le pidió que le dejara, que estaba a punto de entrar en una crisis nerviosa. Y efectivamente, así fue. Pero la criada le dijo que no le hiciera caso, que era provocada. Al oír esto, CATHERINE salió de la habitación y se encerró durante dos días en los que no comió.
EDGAR habló con su hermana para intentar disuadirla de que no mantuviera relaciones con HEATHCLIFF, pero no pudo convencerla, por lo que le aseguró que rompería su relación fraternal si se empeñaba en continuar con él.


Capítulo 12 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Después del conflicto pasado, cada uno de los habitantes de la casa Linton se refugió en sus aposentos y se mantuvo aislado durante tres días. La criada era la que observaba el comportamiento individual de cada uno de ellos. El señor Edgar se había recluido en su biblioteca y  pasaba el tiempo consultando sus libros.  CATHERINE estuvo dos días sin probar alimento; al tercer día, pidió que le subieran agua y un caldo e interrogó  a la criada sobre la actividad del marido porque estaba muy dolida al no haber subido a ver qué era de ella. La criada, impasible, le dijo que no estaba preocupado, que nadie en la casa sabía cuál era su estado.  CATHERINE se enfadó aún mucho más porque nadie se preocupaba de ella ni, incluso, la misma criada. Poco a poco se empezó a alterar y Ellen se percató de que a lo mejor era un nuevo brote de locura. Efectivamente, la conducta posterior de CATHERINE dio miedo a la criada. Empezó a jugar y a clasificar las plumas del almohadón que había roto. A continuación, se asustó cuando la chica se creyó ver reflejada en la luna de un armario. La criada le recuerda que en la habitación no hay ese mueble. CATHERINE acaba dándose cuenta que el espacio de la alucinación es la habitación que ella tenía en Cumbres borrascosas. Un poco más calmada recapacita sobre su comportamiento en la discusión anterior. Cree que EDGAR no debía haberla recriminado tanto sabiendo que sus nervios son muy sensibles. Piensa que sus últimos siete años no han existido; no guarda en su memoria recuerdos de la vida con su marido. En cambio, su vida anterior en Cumbres borrascosas se hace presente con toda nitidez. CATHERINE pide a Nelly que le abra las ventanas a pesar de que el tiempo es horroroso. Quiere que el viento le traiga recuerdos de ese pasado ligado a Cumbres. NELLY se percata que claramente está delirando. La fuerza con la que abre la ventana y cómo la vence en fuerza es un claro síntoma. Asomada a la ventana cree ver una vela encendida en su antigua habitación en Cumbres borrascosas. En su paranoia, anuncia su muerte próxima y el deseo de que HEATHCLIFF le acompañe en ese trance; su alma no descansará, aunque esté muerta, hasta que los dos compañeros no estén juntos.
Cuando más apurada estaba Ellen por no poder sujetar a CATHERINE, entró en la habitación su marido que se alarmó al ver el estado de su mujer. Ella tarda en reconocerlo y le reprocha que aparezca tan tarde. Repite que su muerte acaecerá pronto y expresa el deseo de que la entierren al aire libre, no dentro de la iglesia.
El marido busca alguna palabra de cariño hacia él recelando de la pasión de su mujer hacia HEATHCLIFF. Ella ya no oculta que no lo quiere para nada. Ante esta actitud, NELLY intenta quitar transcendencia a esas palabras y asegura que ese mal es pasajero y todo volverá a la normalidad. Pero el amo no la cree y le echa en cara las consecuencias de haber seguido la estrategia marcada por ella de que no hiciera caso del comportamiento pueril del ama. Viendo que la responsabilidad iba dirigida hacia ella, NELLY le responde que ella ha creído obrar correctamente informando de las relaciones de su esposa con ese malvado y advirtiendo del poder manipulador de su esposa. Cuando CATHERINE oye estas confesiones, se revuelve contra la criada al saber que ella es la que ha estado informando a su marido de los encuentros con HEATHCLIFF.
La criada no aguanta más la conversación y sale de la habitación con la intención de ir por su cuenta a buscar al médico. Al salir, vio a la perrita de ISABELLA medio ahorcada con un pañuelo. Le extraña porque recordaba haberla visto subir tras su ama cuando ésta se subió a acostar.
Cuando encuentra al doctor en Gimmerton, este se sorprende de la recaída de CATHERINE. Cree que debe haber algo más que la propia enfermedad para explicar estos delirios. Por cierto, hablando de la familia LINTON, el doctor le pregunta por ISABELLA, pues un confidente le ha asegurado que la noche anterior habían sido vistos en el jardín de la Finca de los tordos a ella y a HEATHCLIFF, y este había hostigado a la muchacha para que huyera con él y que no la había dejado en paz hasta que ella le prometió que se iría con él en otro momento; sin embargo, el confidente no había logrado oír cuándo habían quedado. Es una manera de decirle a la criada que deben estar alerta en casa y vigilar a la muchacha. La criada, muy alarmada por este aviso, llegó presurosa a casa y sus sospechas de que ISABELLA había huido, se confirmaron. Mas no alarmó a nadie porque consideró que poco se podía hacer.
Cuando el médico examinó a la enferma, tranquilizó a todos recomendando que se mantuviera un ambiente tranquilo en torno a ella, pues no estaba de muerte, pero sí de acabar de enloquecer.
Cuando amaneció todos los criados estaban en pie; pasado un rato, echaron en falta a ISABELLA. Antes de comprobar qué hacía en la habitación, una criada que venía del pueblo dio la noticia de que habían visto a la señorita en compañía de HEATHCLIFF. La reacción de su hermano es la de no tomar ninguna iniciativa para salir en su búsqueda, pues se había ido libremente. A partir de ese momento, reniega de ella y no quiere volver a saber nada de su persona.

Capítulo 13 [La narradora es la señora DEAN, el ama de llaves del señor LOOCKWOOD]
Durante la ausencia de su hermana, Edgar cuidó con sumo cariño a su esposa. Por marzo, CATHERINE fue capaz de dejar su habitación y se instaló en el salón donde se prendió fuego para calentar la estancia; se sintió tan a gusto en esa dependencia que pidió no la movieran de allí. Con todo es una mejoría ficticia; el ánimo de la joven es casi inexistente y sospecha que su fin llegará pronto.
La pareja de fugitivos desapareció durante dos meses. En este tiempo se casaron. Antes de celebrar la boda, Isabella se lo había comunicado a su hermano a través de una breve nota, que no obtuvo respuesta. Cuando regresaron, fijaron su residencia Cumbres borrascosas.
Después, ya instalados en su hogar, Isabella le escribió a Ellen contándole cómo era su vida de recién casada. Le pide que la visite, que no la responda porque teme que esa carta caiga en manos de su marido, para que le cuente si su hermano la ha perdonado. A continuación, en su larga carta, le detalla cómo fue su entrada en Cumbres borrascosas. Su marido se desentendió de ella, al igual que los otros residentes de la casa. Nadie la conduce a su habitación y permanece horas enteras sentadas sin que nadie le dirija la palabra. Se sorprende de la personalidad tan inhumana del hombre con el que se ha casado. También le parece extraño el comportamiento de HINDLEY EARNSHAW. Este le aconseja que siempre tenga cerrada con llave la puerta de su habitación matrimonial, pues alberga deseos de matar a su marido. Sin embargo, la relación entra ambos hombres es extraña, pues el pobre hombre, en otro momento, dice lo contrario. No desea matarlo ni que se vaya de casa, pues desea en algún momento tomarse la revancha y ganarle en el juego. Isabella, a pesar del panorama que se le presenta en esa casa, no se arredra e intenta tomar la iniciativa por lo menos en la cocina, quitando de ese puesto de cocinero a Joseph. Sin embargo, una vez preparada la cena, nadie comparte los alimentos. La esposa busca un soloncito donde cenar ella sola. Y cuando el viejo criado le enseña los lugares donde puede dormir, se queda atónita de los cuchitriles sucios donde dormían. Al final, llena de ira, se le cae la bandeja de la cena. Joseph la alerta para que recoja todo antes de que su marido se percate de lo ocurrido y la regañe. Desesperada, regresa a la cocina a esperar al hombre con el que se ha casado. Cuando le explica que no ha podido entrar en la habitación matrimonial por no encontrar la llave, él la desprecia por pensar que iban a dormir los dos juntos.
La carta acaba pidiéndole a la ama de casa que no cuente nada de esto a su hermano, pero a ella le confiesa que está asustada por no saber con qué hombre se ha casado.

Capítulo 14 [La narradora es Ellen]
Ellen fue a visitarla, pero no consiguió que su hermano le enviara alguna nota de consuelo o que aliviara su aislamiento. Cuando llegó a Cumbres borrascosas tuvo conciencia de que la estaban esperando y también de que la vigilaban. La impresión que se lleva de Isabella es preocupante por su descuido externo y su poco aseo personal. Al que encuentra mejorado es Heathcliff. La chica espera alguna carta de su hermano y no es capaz de controlar su ansiedad, por lo que su marido anima a la criada a que se la entregue. Ellen niega que haya misiva y transmite el mensaje de su amo de que no puede haber comunicación entre las dos familias. El estado de CATHERINE no le permite sobresaltos. Heathclift no se cree que él pueda alterar su ánimo; más bien, cree que ella se alegrará de recibirlo y de que le levantará el ánimo, por lo cual le exige a la criada que le prepare un encuentro secreto con ella. Ellen no puede colaborar, pero cuando oye lo que está dispuesto a hacer ese hombre con tal de verla, opta por plegarse a sus deseos para evitar daños físicos a su amo, al que está dispuesto a matar. De hecho, si no lo hace es por el miedo que tiene a que eso pueda molestar a CATHERINE. A todo esto, le exige a la criada que comunique a su cuñado el estado en el que vive su hermana, a la que desprecia y maltrata, pero sin llegar a darle motivos de que pueda pedir el divorcio, como tampoco le impide que huya de casa. Sin embargo, esto es corregido por Isabella que le dice que no es así y que ya ha intentado huir y ha sido castigada. Además, le pide que no diga nada de la situación en la que se encuentra. Solo espera como alivio la muerte.
Cuando sale de Cumbres borrascosas, Ellen lleva una carta a Catherinne de Heathclift en la que afirma solo acudirá a una cita si ella lo desea.

Capítulo 15 [El narrador es el señor Lockwood]
La señora Dean no entregó la carta hasta que encontró el momento oportuno. Sucedió un domingo en el que Eduard y el resto de criados fueron a misa. La criada le entrega la carta, pero ella es incapaz de leerla y es la propia Ellen la que le dice el mensaje. Y dicho y hecho, porque HEATHCLIFF entró en casa al estar todas las puertas abiertas. Su presencia causó gran impresión en CATHERINE. Los dos se abrazan violentamente durante cinco minutos, pero, después comienzan los reproches mutuos. Ella le acusa a él, junto a su marido, de haberla destrozado su corazón, por eso no siente lástima por ninguno de los dos. HEATHCLIFF interpreta esos reproches como una manifestación de la locura y le pide que no le atormente más, pues, próxima a morir, para él esas palabras serán una sentencia que penderá para siempre. Más tranquila le pide que no debe tomar esas palabras como expresión de su rencor a él, sino la expresión de pena por la separación inminente. Después de unos instantes de recelo mutuo, vuelven a abrazarse con el temor de Ellen, que contempla la escena, de que su ama muera asfixiada. Pero el conflicto continúa, ya que HEATHCLIFF  la interpela y exige explicaciones de por qué ella le abandonó. A falta de explicaciones plausibles, justifica todos los males de ella como castigo por haberlo dejado. En esto oyen que se aproximan Eduard y los criados, pero ella le rogaba que no se fuese, siendo descubiertos por el amo, que se asusta al ver desmayada a su esposa. HEATHCLIFF se queda también muy impresionado y no es capaz de salir de la casa hasta que comprueba que ella se recupera. Mas exige el compromiso a Ellen de que al día siguiente le informará de la evolución de su amada.

Capítulo 16 [La narradora es Ellen]

Esa noche CATHERINE murió, pero antes dio a luz a una niña CATHERINE LINTON, una niña sietemesina. Viendo a la niña, la narradora reprocha al padre de Edgar que en su testamento dejara la hacienda familiar a ISABELLA, en el caso de que el hijo no tuviera descendencia masculina.
Al amanecer, Ellen salió al jardín en busca de HEATHCLIFF, que no se había alejado de la casa en toda la noche. No es necesario que la criada le refiera la muerte. Ya lo sabía, tan solo quiere que le diga si en los últimos estertores se acordó de él. La criada le dice que desde que él la dejó, no había vuelto a recobrar el juicio. Él maldice a su amiga, de la que no tiene compasión y la que acusa de ser ella responsable de su desgracia y de la de él; desea que no encuentre la paz ni muerta, que su espíritu la acompañe hasta que él muera.
HEATHCLIFF no se apartó de la casa durante todo el tiempo que duró el velatorio. Cuando tuvo ocasión, la propia criada le abrió la ventana para que se pudiera despedir de ella. En el tiempo que pasó con ella, aprovechó para sacar un mechón rubio -se supone que es de Edgar- que la chica llevaba metido en un medallón y meter uno negro de él. Al final, la criada unió los dos mechones y los introdujo de nuevo en el colgante. 
Al funeral solo asistieron los criados. HINDLEY, aunque lo avisaron de la muerte, no acudió al funeral ni se disculpó. ISABELLA no se enteró.
Catherine fue enterrada en una parte del cementerio aislada, junto a una tapia baja, junto a la vegetación del páramo que invadía el lugar santo. Allí, en el momento en el que la narradora cuenta su historia, reposa también la tumba así mismo sencilla de Edgar.

Capítulo 17 [La narradora es Ellen]
Ellen se encarga de la crianza de la niña. Una tarde que estaba sola, se presenta Isabella. Venía herida y con una ropa no adecuada para el mal tiempo que hacía. Se atrevió a presentarse delante de Ellen porque sabía que su hermano no se encontraba en casa. Había huido de Cumbres borrascosas y venía a pedir que le prepararan un carruaje para salir inmediatamente a Gimmerton. Cuando logra calmarse, lo primero que hace es deshacerse quemando la alianza matrimonial y relata que ha escapado porque la convivencia con el engendro demoniaco de HEATHCLIFF es insoportable. No puede permanecer en su casa porque es consciente de que su marido no permitiría que volviera a ser feliz. Avanzando en su relato, cuenta que con el paso del tiempo había logrado exasperar a su marido y que eso le había dado ánimos para seguir viva. Incluso, había establecido una alianza con HINDLEY: los dos tenían razones para odiar a HEATHCLIFF. Todo comenzó cuando la noche anterior al entierro de su hermana CATHERINE, HINDLEY se abstiene de beber para permanecer sobrio y poder asistir al funeral. Ese día tampoco bebe y permanece junto a Isabelle en la cocina hasta muy tarde sin que HEATHCLIFF se halle en casa. Cuando éste llega, se encuentra con la puerta cerrada y rápidamente deciden bloquear todos los accesos con llave, aunque solo sean cinco minutos. En ese poco tiempo se establecen los vínculos. Él está dispuesto a matarlo en ese mismo instante; tan solo pide a Isabelle su silencio. Mas ella no colaborará e intenta disuadirlo, aunque no logra arrebatarle las pistolas. No encuentra otro recurso que abriendo la ventana avisar a su marido de las intenciones de su cuñado. Él sigue insistiendo que le abra, pero ella socarronamente le responde que no lo puede hacer para no ser cómplice del asesino; le recomienda que aguante una noche a la intemperie o que se vaya a tender sobre la tumba de su querida amante y se deje morir junto a ella. HINDLEY se dirige hacia la ventana para dispararle, pero HEATHCLIFF le arrebata el arma y el cuchillo sale por los aires y termina clavándose en la misma muñeca del agresor. Derriba un trozo de pared y entra por fin en casa. Patea el cuerpo sin sentido de su agresor y solo a instancias de su esposa, lo socorre aplicando brutalmente un torniquete en el brazo. La escena acaba cuando baja Joseph escandalizado por lo que él cree que es un crimen. HEATHCLIFF ordena a su esposa y al criado que limpien la sangre. El herido acaba de recuperarse cuando le dan de beber alcohol.
A la mañana siguiente, Isabella se encuentra en la cocina a los dos hombres. Están ensimismados. Ella intenta aparentar normalidad. Come y los observa. Para tensar el ambiente, le relata la agresión que sufrió por parte de su marido cuando ya estaba sin sentido. Eso le enerva y le hace sentir más odio hacia su agresor. Ella sigue hablando y acusando a HEATHCLIFF de ser el verdadero causante de la muerte de CATHERINE y de haber llevado la desgracia a todos los habitantes de las dos casas. Poco a poco vuelve y llora a consecuencia de las palabras que le dirigen, pero, aunque pide a su esposa que se vaya, no reacciona violentamente. Ella, en cambio, no se arredra, y le insinúa que, en la situación calamitosa en la que se encuentra ella ahora, se hubiera encontrado CATHERINE si hubiera permanecido con él. Al escuchar esto, su marido le lanzó un cuchillo que le hirió superficialmente el cuello. Salió huyendo hasta la Granja de los tordos, mientras HINDLEY y él se enzarzaban en una pelea.  
Una vez contada su huida, se monta en el carruaje para no volver jamás a pisar esos contornos. Sin embargo, una vez establecida cerca de Londres, fue poniendo al corriente de algunos detalles de su vida, como el nacimiento a los pocos meses de un hijo enfermizo al que puso de nombre LINTON. HEATHCLIFF acabó por saber el paradero de su esposa, pero no la molestó. Cuando supo el nombre del niño, comentó que si deseaban que también su odio se extendiera al vástago.
Isabella murió cuando el niño rondaba los doce años.
Edward se recupera poco a poco después de la muerte de Katherine; la recuperación es total cuando comienza a sentir aprecio por la niña, pero paralelamente deja de tener contacto con sus vecinos y procura evitar cualquier sitio o circunstancia en la que se pudiera encontrar con HEATHCLIFF. También deja su puesto de magistrado.  Sin embargo, Edward encara su futuro con entereza; no así en el caso de HINDLEY. Este no es capaz de amar a su hijo ni de gobernar la casa. Como consecuencia de este lamentable estado termina muriendo borracho a los seis meses de haber muerto su hermana Catherine. Por lo visto, se había encerrado en una habitación y no paró de beber hasta que agonizó. Sin embargo, Joseph, que fue el que buscó al médico, comenta que hubiera preferido quedarse con él y que el amo hubiera ido a buscar al doctor, porque cuando salió de casa aún estaba vivo, como dando a entender que duda de que HEATHCLIFF lo tratara bien. El que da la noticia en la Finca de los tordos es el médico. Este era amigo HINDLEY, aunque últimamente la relación se había ido perdiendo. HINDLEY tenía 27 años; la misma edad que tiene la criada. Ésta llora su muerte porque fue su hermano de leche y, además, también su amo. Pide permiso a Eduard para ir a ver cómo están las cosas. En principio le niega el permiso, pero la mujer le recuerda que HARETON es su sobrino y que a partir de ahora debe ser él el tutor y que además debe consultar cómo queda la herencia de su cuñado. Lo consultan con un abogado, pero éste les recomienda que mejor no muevan nada porque HINDLEY ha muerto lleno de deudas y todos sus bienes están hipotecados y es mejor para el niño granjearse el apoyo de HEATHCLIFF para no verse en la calle. La criada le pide a HEATHCLIFF que deje a Hareton ir a vivir a la Granja, pero se niega porque se ha empeñado en criarlo. La amenaza que lanza es que, si no le dejan a Hareton, irá a buscar a su propio hijo.

CAPÍTULO XVIII. [La narradora es Ellen]
Catherine fue creciendo poco a poco y se convirtió en una niña risueña con cualidades tanto paternas como maternas. Su padre procuró que no saliera de la Finca de los tordos. La niña admiraba los parajes que se veían desde su casa y preguntaba cuándo podría ir a conocerlos.
Isabella murió 12 años después de irse de Cumbres borrascosas. La causa de su muerte no se supo con exactitud, pero los dos hermanos murieron con los mismos síntomas: una enfermedad que comenzaba con una ligera fiebre, pero que terminaba siendo incurable. Cuando se vio próxima a la muerte, escribió a su hermano para que fuera a hacerse cargo de su hijo, con la intención de que se encargará de su educación. Eduard salió para encontrarse con su hermana. Dejó encomendada la custodia de la pequeña Catherine a la criada, con la orden terminante de que no saliera de la finca. Sin embargo, un día por la mañana, cuando la niña tenía trece años, se atrevió a cruzar la valla de la finca y emprender una excursión ella sola. Cuando llegó la hora del té y vieron que no había regresado, se alarmaron y salieron a buscarla. Al final la encontraron en Cumbres borrascosas; allí se encontraba tan a gusto charlando con Hareton; HEATHCLIFF y JOSEPH no se encontraban en casa. Ellen rápidamente le ordenó que se preparara para salir de vuelta a su casa, mas la chica se resistió a irse, sacando a la criada de sus casillas, hasta que sin pensarlo mucho le dijo a la chiquilla que si supiera de quién era la casa, no estaría tan a gusto allí. La muchacha se sorprende de que Hareton ensombrezca la cara al oír esos comentarios y más cuando se niega a buscar el caballo. Tanto él, como la criada de Cumbres, se niegan a obedecerla. Cathy se enfada más y comenta que le dirá a su padre cómo se están dirigiendo a ella. La criada, en el fragor de la discusión, le comenta que tenga más educación y recuerde que Hareton es su primo. Ella no acepta que ese muchacho sea su primo.
Antes de despedirse, Hareton regaló un cachorro a la niña, que esta rechazó exigiendo los dos perros que la acompañaban y que habían sido mordidos por los canes de Cumbres borrascosas. Ellen comprobó que, a pesar de lo desarrapado de su atuendo y de la rudeza de su trato, el muchacho no era un malvado, aunque nadie le había educado con rectitud ni enseñado a leer ni escribir. Con todo, en esos momentos, gracias a la labor de una nueva criada, Cumbres borrascosas era una casa en la que se había desterrado el ambiente de violencia y caos que caracterizó la etapa en la que Hindley era el amo.


CAPÍTULO XIX. [La narradora es Ellen]
El Señor Edgar Linton regresa con su sobrino, una vez muerta su hermana Isabela. La pequeña Caty espera con ansiedad la llegada. Salen a recibirlos a la verja de la finca. Cuando llega el carruaje, padre e hija se abrazan con cariño. Dentro venía el primo que, más o menos, tenía la misma edad que la niña. Se trata de un niño enfermizo; físicamente se parece al tío, pero su salud era muy delicada. La chiquilla está deseosa de que su primo despierte. Cuando lo hace ya están a la puerta de casa. El niño expresa su deseo de acostarse. Intentan que tomé el té con ellos, pero no aguanta sentado a la mesa y pide poder tumbarse en el sofá. Allí le llevan una taza. Pronto la prima, con su delicadeza, irá reanimando al chico y alberga la esperanza de que se integrará en la familia. Pero la criada teme que HEATHCLIFF, su padre, se lo lleve a Cumbres borrascosas. Ese temor se va a cumplir inmediatamente. Ya por la noche llegó Josep con la orden de su amo de llevarse al niño. Edgar lamenta mucho tener que dejar a ese pobre niño en manos de esa familia tan desalmada, sin embargo, no encuentra otro recurso que aceptar la petición, aunque de ninguna manera va a permitir que el niño salga esa noche de su dormitorio, donde se encuentra ya dormido.

CAPÍTULO XX. [La narradora es Ellen]
A la mañana siguiente, antes de que se despertar la pequeña Cathy, Edgar mandó a Ellen que levantara al niño y lo llevara a Cumbres borrascosas. Prefería que los dos primos no se despidieran para que su hija no cogiera demasiado afecto a su primo. El niño no se creía las cosas que la criada le decía para que no se resistiera al traslado, como, por ejemplo, que lo había llamado su padre para que fuera a vivir con él. El chico se sorprende porque su madre jamás le había hablado de su padre. Con falsas promesas consiguen sacarlo de casa y llevarlo a Cumbres borrascosas. Nelly va describiendo la casa y las personas con las que va a vivir. El niño se sorprende sobre todo con el físico de su padre, cuando la criada le dice que es moreno. Cuando llegan Cumbres borrascosas y HEATHCLIFF ve al niño, se horrorizó de su imagen afeminada. Padre e hijo se examinan mutuamente. El padre se sorprende de que su esposa nunca le hablara de él y, cuando se refiere a ella, la insulta, lo cual es una sorpresa para hijo. Una vez hecha la entrega, HEATHCLIFF manda a Ellen que vuelva a la Finca de los tordos y que cuente a su amo cómo ha sido recibido el pequeño. El padre no muestra temor a que se sepa cuáles son los planes que tiene con respecto a su hijo como heredero de los Linton. Lo va a tratar bien procurando que no enferme ni muera hasta poder heredar todo su patrimonio. En cierta medida esto consuela a la criada porque supone que lo van a cuidar. Antes de irse lo comprueba: cuando el viejo Josep le lleva un desayuno al niño que éste rechaza, su padre, sin dramatizar, pide a la criada que le preparen lo que quiera tomar.

CAPÍTULO XXI. [La narradora es Ellen]LR mitad.
A la pequeña Cathy pronto se le pasó el enfado por no estar con su primo. Ellen se enteró de las condiciones en las que vivía el pequeño Linton a través de la criada de Cumbres borrascosas, con la que se encontraba en el mercado del pueblo. [La narradora es la criada de Cumbres borrascosas que le cuenta a Ellen] El chico seguía exactamente igual a cuando lo dejaron; continuaba muy delicado, criado con muchos caprichos ya que no le negaban nada. Padre e hijo no se veían apenas y Harenton intentaba establecer algún vínculo con él, pero siempre acababan discutiendo.
Cuando Cathy cumple 16 años, se va a encontrar con el señor HEATHCLIFF. Su cumpleaños coincidía con la muerte de su madre, por lo cual no se celebraba por todo lo alto. Edgar se encerraba en su biblioteca y por la tarde solía acudir al cementerio donde estaba enterrada su esposa. El día que Cathy cumplió 16 años decidió salir de excursión por el páramo en compañía de la criada Ellen. La joven no paraba de correr yendo de un sitio a otro buscando a una bandada de pájaros.  Cuando estaban a medio camino entre Cumbres borrascosas y la Finca de los tordos y, cuando la criada prácticamente la había perdido de vista, ésta divisó que la niña estaba hablando con dos hombres; uno de ellos supuso que era HEATHCLIFF. Este estaba llamando la atención de la chica por haberse metido en su finca. Cuando llega al grupo, la criada intenta rápidamente llevarse a Cahty, pero HEATHCLIFF las invita a descansar en Cumbres borrascosas. La criada pretende por todos los medios regresar, pero la chica no encuentra inconveniente para aceptar la invitación. L.R. HEATHCLIFF presenta a los dos primos. El pequeño Edgar está sentado a la lumbre cambiándose de zapatos. Saluda a su prima sin mostrar demasiado entusiasmo. Ante la sugerencia de su padre de que la saque al jardín con cualquier disculpa para estar a solas con ella, se niega y la invita a que se siente con él a la lumbre. Su padre lo desprecia por pusilánime y cree difícil que la muchacha se puede enamorar de él, aunque a juicio de Ellen y a pesar de su debilidad, no carecía de atractivos para las mujeres. Viendo HEATHCLIFF que su hijo no mostraba interés por la chica, llama a Hareton para que salga al jardín con Cathy.  HEATHCLIFF y Ellen se quedan solos. Él no oculta los planes que alberga sobre la chica y su hijo. Estos son que los dos se enamoren y se casen con la esperanza de que su hijo no viva mucho y toda la hacienda de los Linton pase a él. La criada no puede comprender cómo este hombre acumulaba tanto odio para desear vengarse en Cathy por no haber podido hacerlo con su madre.
Antes de salir, su amo le ha recomendado a Hareton que sea cuidadoso con la niña, que no diga palabrotas y que, en fin, sea comedido en sus modales. Tanto le ha cohibido, que, observando el paseo de la pareja, HEATHCLIFF se atreve a aventurar que no será capaz de decir una sola palabra a la chica. Sin embargo, parecen entretenerse sin necesidad de conversación.  Viendo a Hareton con la pequeña Cathy, se acuerda de él mismo cuando a su edad, con 16 años, era incapaz de mantener una relación normal con su amiga Catherine. Se vanagloria de la educación que ha dado a Hareton. El plan para vengarse de Hindley en la persona de su hijo para resarcirse del mal que le había hecho, se ha cumplido con creces y con una diferencia: el muchacho, a pesar de lo mal que lo ha tratado y de que le ha dado una educación como si fuera un animal, se siente orgulloso de él y lo quiere más que a su mismo padre.
Por fin, el pequeño Linton sintió curiosidad por saber lo que hacían la pareja de jóvenes. Su propio padre le animó a que saliera a buscarlos. Cuando se reúnen los tres, se ríen de la ignorancia de Hareton. La joven se percata de que no sabe leer la inscripción que hay sobre la propia puerta de Cumbres borrascosas. El pequeño Linton se mete con él por la falta de modales. Hace ver a su prima que el chico pronuncia muy mal y que en su discurso suelta muchos tacos. Al final, Harenton, muerto de vergüenza, se aleja de ellos. Viendo la actitud del joven, la criada siente desprecio por el pequeño Linton, porque continuó hablando mal de Hareton.
De vuelta a casa, la criada alberga la esperanza de que la chica la crea cuando le dice cómo son en esa familia, pero la chica no se lo toma en serio.
Al día siguiente, la joven cuenta a su padre la visita a Cumbres Borrascosas, a pesar de que había prometido al señor HEATHCLIFF no contar nada. El padre le explica las razones por las cuales es mejor no tratar con esa familia. El señor HEATHCLIFF es un ser maligno y vengativo que odia a la familia y busca su ruina. La chica, en cambio, piensa que la culpa de esa mal querencia es de su padre por oponerse al matrimonio de su hermana con ese señor.
La personalidad de HEATHCLIFF es un descubrimiento para la chica. Nunca se le había pasado por la cabeza que hubiera personas tan malas. Para su padre, de hecho, es el asesino de su madre. Con todo, la pequeña Cahty no puede olvidar a su primo con el que había quedado para el día siguiente. Se propone, con la oposición tajante de Ellen, de escribirle una carta para explicarle por qué no puede acudir a la cita. La chica encuentra en el lechero la oportunidad de enviar la misiva, sin que nadie de la Finca de los tordos se percatara de la relación epistolar que se estableció entre los dos hasta que la criada sospechando algo descubrió el cajón donde se acumulaban las cartas. Leyendo algunas de las cartas que le enviaba Linton, se percató que la redacción no era propia de adolescentes, sino de alguien experto en lides amorosas. La criada le requisó todas las cartas y a la mañana siguiente espió la llegada del mensajero. Vio cómo Cathy le dejaba una carta en el bolsillo de la chaqueta del chico y cómo recogía otra. La criada abordó al muchacho y recobró la carta que la chica le acababa de dar. A continuación, se puso vigilando cerca del cajón donde guardaba el manojo de cartas hasta Cathy lo abrió y descubrió que las cartas no estaban. Se transmutó y pidió a la criada que la acompañara a su habitación. Ellen le dijo que no pensaba devolverle las cartas y que impediría todo contacto futuro. Si no accedía a ello, se vería obligada a decírselo a su padre. La chica intentó por todos los medios oponerse, pero la determinación de la criada fue firme. Además, se aprovechó del mismo mensajero para escribir una nota de su puño y letra pidiendo al joven Linton que interrumpiera la comunicación amorosa.

CAPÍTULO XXII. [La narradora es Ellen]
Al comienzo del otoño, Edgar se cogió un catarro que le duró todo el invierno. La pequeña Cathy, viendo a su padre enfermo, se ponía triste. La única distracción era salir a pasear y habitualmente lo hacía con su padre. Le suple en las salidas Ellen, que la intenta animar ante el temor de que su padre y ella misma murieran diciéndole que no temiera porque su padre era joven aún y ella, con 45 años, también lo es. Lo que tiene que hacer es no darle disgustos que puedan afectar en su salud, como no mantener relaciones con su primo.
Andando por la finca, Cathy sube a una pared a coger unos frutos silvestres y se le cayó el sombrero al exterior de la finca. Se bajó para recuperarlo, pero luego fue incapaz de volver a subir. Mientras Ellen intentaba abrir la puerta próxima, la chica es sorprendida por HEATHCLIFF, que le comunica que su hijo se encuentra muy mal desde que se dejaron de escribir. La amenaza con entregar a su padre la correspondencia, si no pone de su parte la solución al problema. Ellen, desde dentro de la finca, responde diciendo que no le haga caso, que todo es una patraña. Pero HEATHCLIFF asegura que es verdad, que se está muriendo de pena y que lo pueden comprobar si se acercan a Cumbres borrascosas aprovechando que él se ausentará una semana. Reconoce que nadie de la casa presta atención al chico y que desde que dejó de recibir las cartas de Cathy, se desespera. La chica, a pesar de las recomendaciones de Ellen, está determinada a comprobar por sí misma la verdad del estado de su primo y a la criada no le queda más remedio que acompañarla al día siguiente a Cumbres borrascosas.

CAPÍTULO XXIII. [La narradora es Ellen]
Ellen acompaña de mala gana y de mal humor a  Cathy  hasta Cumbres borrascosas. Entran por la cocina y se encuentran con el viejo Josep sentado a la lumbre. Desde la habitación próxima le reclama la atención el joven Linton, sin que el criado le preste atención. Comprueban que efectivamente el señor HEATHCLIFF no se encuentra en casa porque se ha ido a cazar. Cuando los primos se encuentran, el chico, preocupado por su salud, no se muestra muy afectuoso. Se queja de que nadie en casa le presta atención y, a su prima, le reprocha la ruptura de la correspondencia epistolar que mantenían. Cathy intenta lograr su simpatía y poco a poco el muchacho se muestra más afectuoso. No obstante, ese acercamiento se enfría cuando hablan de sus respectivos padres y del mal concepto mutuo que se profesan. Por un motivo baladí, - si una esposa es posible que odie a su marido - los dos se enzarzan en una discusión agria. Cathy le dice a su primo Linton que un ejemplo de la tesis anterior es que su madre abandonó a su padre. El otro dice que no es verdad y le revela a la prima que su madre a quien quería era a su padre. Los dos quedan ofuscados y Cathy reacciona empujando el sillón donde se encuentra su primo, que al caer al suelo comienza a gimotear como un niño. Él la chantajea culpándola de que esa noche va a tener muchas molestias.
Ellen convence a Cathy de que se vayan porque, además, él no muestra deseos de que se queden.  Cuando están a punto de salir por la puerta, él se cae y da un grito tremendo. La prima se acerca a él de nuevo con la intención de saber qué le pasa; en cambio, Ellen se percata claramente del juego del muchacho: está intentando llamar la atención constantemente y de chantajear emocionalmente a su prima y así le hace saber que es un niño mimado, pero Cathy no puede irse dejándole en esas condiciones, con lo cual le atiende y se plega a sus exigencias; hasta le permite que apoye su cabeza en su regazo, después de no sentirse a gusto en las almohadas que le ha colocado para que se tumbe. Le pide que le cuente un cuento o le cante una canción o lo recite un poema como si fuera un niño, como hacía su madre Isabelle cuando vivía, a lo que accede recitando poesías y narrando cuentos. Además, le exige a la prima que vuelva de nuevo a Cumbres borrascosas para que lo cuide.
De regreso, Ellen intenta convencerla de que no mantenga relación con una persona caprichosa y enferma, que seguramente morirá en poco tiempo. Pero la chica parece determinada a no hacerla caso, pues con diecisiete años se considera mayor.
A consecuencia de la mojadura, Ellen se resfrió y estuvo enferma durante quince días. Cathy la atendió con el mismo cariño y solicitud que a su padre, pero, además, encontró tiempo para reencontrarse con su primo.

CAPÍTULO XXIV. [La narradora es Ellen]
Pasado el periodo de recuperación, Ellen vuelve a hacer vida normal. Las dos juntas pasan las tardes, pero la chica demuestra aburrimiento y nerviosismo. Una tarde, Cathy se retira a su habitación con la disculpa de encontrarse indispuesta. La criada sube a ver cómo se encuentra, pero halla la habitación vacía. Decide quedarse allí hasta que llegue ella. Desde la ventana ve cómo un criado la ayuda a descabalgar. Cuando sube a su habitación se encuentra al ama. Aunque intenta buscar una explicación plausible, pronto descubre la verdad: en ese tiempo de convalecencia, no siendo unos días, ha acudido a ver a su primo de manera regular. [LA NARRADORA ES CATHY] Con la promesa de que la criada no la va a reñir, cuenta los detalles de esos encuentros.  La mayor parte, lo pasan aburridos, pero hay momentos que disfrutan. Relata también un encuentro con Hareton en la que el chico intentó llamar su atención demostrando que ya sabía leer la inscripción del dintel de la puerta y cómo se rio de él por ser solo capaz de deletrear las dos primeras palabras.
La criada la reprende por ello, pues el chico no tiene la culpa de su ignorancia, asegurándole que era un niño despierto, pero la falta de educación y abandono por el que ha pasado le han llevado al estado en el que se encuentra ahora.
Pero el relato de lo que sucedió a continuación, según Cathy, cuestiona la valoración positiva de Ellen sobre Hareton. Al poco tiempo de haber sido despechado por su prima, entró exaltado en casa y se metió con el pequeño Linton, al que manda, junto a la chica, a su habitación, pues él quiere estar dentro. Le empuja hacia la cocina, donde cae, y Linton se enfurece y se pone en un estado que no gustó nada a Cathy. Al final, los separan cuando no la permiten estar junto a Linton, que acaba de arrojar una bocanada de sangre. Ella estaba fuera de sí sin poderse callar, soportando las imprecaciones de Hareton que para nada se sentía culpable de lo que acababa de ocurrir. Cuando al final regresa a casa, Hareton le sale al paso y le pide perdón, disculpando su proceder por la maldad del pequeño Linton. La muchacha no lo cree y para quitárselo de encima le arreó un latigazo.
No pudiendo soportar no saber lo que había ocurrido, al cabo de tres días regresó andando a Cumbres. ZILLAC, la criada la dirigió al cuarto del muchacho. No le encontró mal; estaba leyendo uno de sus libros. Durante una hora estuvo en silencio y sin mirarla; al final, cuando se dignó hablar, fue para acusar a la chica de ser ella la causante del alboroto de la última vez que estuvo allí. Al oír esto, se marchó y no regresó hasta los dos días con la sola intención de romper con él. Sin embargo, él se disculpó achacando su mal carácter y su forma de ser a la enfermedad que padecía y a lo poco que le quería su padre. Cathy volvió a perdonarlo a pesar de su carácter retorcido, y esa tarde la pasaron los dos llorando.
A partir de ese momento, los encuentros se realizaron en su gabinete, pues HEATHCLIFF regresó. Sin embargo, a pesar de que el carácter de él no cambió y los achaques de salud continuaron, la muchacha supo llevarlos. El padre procuraba no encontrarse de ella, aunque al final, un día llegó cuando le estaba regañando al hijo. Por lo que le dice, sospecha que les espía.
Una vez contando esto por Cathy, le pide a la criada que no le diga nada de esto a su padre, pues, si no, será la responsable de la desgracia de dos personas. Pero la criada, cuando dejó a la chica, se dirigió al cuarto de Edgar para ponerle al corriente de todo. Al día siguiente, el padre prohíbe a su hija que vuelva a Cumbres borrascosas; como mucho, escribiéndole él mismo una nota, le autoriza para sea el pequeño Linton el que se desplace a la Finca de los tordos. Decisión que no complace a la criada porque el señor no conoce el corazón del sobrino.

CAPÍTULO XXV. [La narradora es Ellen]
Todos estos hechos que está contando Ellen han sucedido hace más o menos un año antes de la llegada del señor Lookwood. Continuando el relato, Edgar habló con la criada para pedirle su opinión sobre la relación de su hija con el pequeño Linton. El padre está dispuesto a permitir la relación si en ella no ha intervenido HEATHCLIFF, pero si, por el contrario, éste hubiera manipulado la relación, Edgar, a pesar del dolor que pueda producir a su hija, está dispuesto a no permitir la relación.  De todas maneras, está preocupado porque su salud no es buena y siente temor por no saber cuál será el futuro de su hija una vez que él muera. La criada le intenta consolar diciendo que, si sucediera lo que acaba de decir, ella se encargaría de la chica.
La situación sin que los jóvenes amigos se puedan encontrar continúa porque ninguno de los dos padres permite las visitas. Lo que sí logran pactar es el encuentro de los dos en el páramo, bajo la supervisión de la criada. De todas maneras, la relación epistolar y la negociación no sólo es del pequeño Linton, sino también de su padre, que, sin tener en cuenta su precario estado de salud, sigue adelante con sus planes para que se casen los dos primos.

CAPÍTULO XXVI. [La narradora es Ellen]
Llegado el verano, Edgar permite a su hija reunirse con su primo Linton. La acompaña Ellen. El punto de encuentro es el mojón que separa el límite de las dos fincas, aunque, en realidad, han de acudir casi a las puertas de la finca de Cumbres borrascosas. Cuando llegan allí se encuentran al muchacho tendido sobre la hierba. Al verlo se alarman por el semblante enfermizo que mostraba. El interés del chico por la reunión es casi nulo; de hecho, anima a que regresen a casa y las mujeres sacan la conclusión de que sí ha acudido a la cita es porque alguien lo ha obligado. Los deseos del chico son cambiantes y da la sensación de que no quiere dejar mal sabor de boca a su prima, por eso le pide que se quede otra media hora. Ella le vuelve a preguntar si realmente se encuentra mejor; él contesta que sí, pero no logra convencerlas. Él está obsesionado con dar una buena impresión, tanto a Cathy como a su padre Edgar. Le ruega que, si se encuentra con HEATHCLIFF, se muestre alegre para que no saque la conclusión de que la reunión ha sido un fracaso, como si tuviera miedo a la reacción de su padre. A la pregunta de la criada de si le siguen maltratando, el muchacho responde con el silencio.

CAPÍTULO XXVII. [La narradora es Ellen]LR
En los siguientes días, el estado de Edgar empeoró. Cathy no se apartó del lecho de su padre y ya no pudieron ocultarle su estado grave. En esa situación, la hija no se atreve a pedir permiso para acudir a una nueva cita con su prima. Es la criada Ellen la que se lo comunica. Al padre le parece bien que salga de la habitación y le dé por un rato el aire libre; además, se hace la ilusión, después de todo, que el chico sea un buen marido para su hija, ahora que ve próximo el final de su vida. La criada no lo quiere desilusionar por saber que ya de nada serviría decirle que su sobrino es un joven malvado y peligroso.
La actitud de Cathy en este segundo encuentro es muy combativa. Le reprocha que le haga acudir a encontrarse con él en las circunstancias por las que está pasando y notando que él no muestra el menor interés por ella. El pequeño Lintón, en actitud suplicante, le pide que lo perdone por ser un traidor, pero su vida depende de esos encuentros, pues si no se celebraran su vida correría peligro. Confiesa que tiene un miedo atroz a su padre, pero sin concretar sus temores. Poco a poco la actitud fría de Cathy se fue haciendo más comprensiva.
En esto estaban cuando apareció HEATHCLIFF. Se dirigió a Ellen sin prestar atención a los jóvenes, a pesar de que su hijo sollozaba. El interés del recién llegado es saber cuál es el estado de Edgar. La criada confirma que está a punto de morir. El comentario de HEATHCLIFF es que a ver si se anima a morir antes que su hijo. También le pregunta a la criada por el comportamiento de su hijo en los encuentros con su novia. La respuesta es sincera: más bien debería estar en la cama, antes que cortejando a nadie.
Oyendo la conversación de su padre, Linton cayó en otro paroxismo de miedo. Su padre le levantó sin miramientos para llevárselo a casa, pero su hijo le rogó que no lo tocara. El padre de Linton ruega a la pequeña Cathy que le ayude a llevarlo a Cumbres borrascosas. La chica les recuerda que tiene prohibida la entrada en esa casa, pero el chico aseguró que tampoco él entraría si no lo hacía con ella. HEATHCLIFF amenazó con pellizcar al muchacho para que gritara y se conmovieran. Al final, no les queda más remedio que obedecer los deseos de Linton. Nelly los acompañó hasta la puerta de Cumbres y, aunque no quería entrar, fue obligada por HEATHCLIFF, el cual, una vez dentro, cerró la puerta. En casa no había nadie más. El padre ofreció con desprecio a su hijo a Cathy, mostrando el desprecio que le inspiraban los dos.
Cathy reacciona solicitando la llave. Lucha por cogerla y llega a morder a su agresor, pero éste, con una violencia incontenible, la sujeta y la abofetea numerosas veces. En ese momento interviene Ellen para llamarlo miserable, pero también fue golpeada en el pecho hasta dejarla sin respiración.
HEATHCLIFF le comunicó a la joven que a partir de ese momento él sería su nuevo padre y que las palizas se repetirían sin compasión si volvía a revelarse.
Un momento que salió para atender los caballos, le sirvió para comprobar su situación: todas las puertas y ventanas estaban cerradas y no era posible salir de la casa. Le preguntan a Linton cuál era el propósito de su padre. El muchacho, más tranquilo, adopta una actitud displicente: pide un té y por que se cae una lágrima de su prima en la taza, pide que le sirvan otra; a la señora Ellen le pide que se aparte de él porque le molesta. La conclusión a la que llega la narradora es que el muchacho, una vez conseguido el propósito de hacerlas entrar en casa, se había tranquilizado y la situación de las mujeres le traía sin cuidado. Con toda la tranquilidad comunica que sabiendo que su tío Edgar no iba a dar el consentimiento para que se casara con él, la han raptado y que al día siguiente se celebrará su boda y después podrán regresar los dos a La finca de los tordos.
Cuando vuelve a entrar HEATHCLIFF, anuncia que las monturas de las dos mujeres han desaparecido. El padre manda acostar al hijo, que pasa delante de él con miedo que le arree una patada, pero su progenitor está contento con él porque ha cumplido bien su papel. Cathy intenta convencer a su captor de que las deja marchar con dos argumentos. Uno la preocupación de su padre; pero esta preocupación es un aliciente para él por el sufrimiento por el que estará pasando. Aprovecha para decirle que su padre no la quiere; igual que él, porque está asociada a la muerte de su madre. También intenta persuadirle diciendo que se casará con Linton de propia voluntad y que, por lo tanto, no es necesario ejercer esta violencia. Ellen intenta proteger a su pupila amenazándole con denunciarlo a la justicia, mas todo es en vano.
HEATHCLIFF se ríe de la joven por ser tan ilusa con respecto al amor de su hijo, al que considera un tirano, como lo es él. Nunca podrá querer a nadie que no sea él mismo.
Cathy intenta arrodillándose y mirándole a los ojos, sin muestra de rencor, que tenga compasión, pero él está a punto de abofetearla por pensar que en él anida esa virtud.
Estando allí, oyen que se aproxima alguien. HEATHCLIFF habla con ellos con naturalidad. Cuando entra el carcelero que los que acaban de marcharse son los criados de La finca de los tordos que acaban de preguntar por ellas. Se lamentan de la oportunidad perdida para haber llamado su atención.
HEATHCLIFF las encierra en una habitación de la que no pueden huir. A la mañana siguiente, muy temprano, las separan. Ellen va a permanecer encerrada en esa habitación cuatro días. A la única persona que ve es a su carcelero, su ahijado Hareton que una vez al día le lleva víveres para toda la jornada. De él no es capaz de sacar una palabra de lo que estaba ocurriendo.

CAPÍTULO XXVIII. [La narradora es Ellen]
Al quinto día Ellen es liberada por Zillah, que le pone al corriente de los rumores que circulan por el pueblo de su suerte y de la de Cathy, que no es otra que se han despeñado en un pantano. Pero al llegar Zillah a casa, su amo HEATHCLIFF le ha dicho que él las salvó y hospedó en Cumbres borrascosas. La reacción de Ellen es de incredulidad, mas no tiene tiempo de mucho más porque la envían a La finca de los tordos para anunciar que Cathy irá rápidamente para asistir a los funerales de su padre. Zillah intenta calmar a su colega diciéndole que todavía no ha muerto, que el doctor ha asegurado de que vivirá un día más.
Al salir de la casa, Ellen descubre al pequeño Linton tendido en un escaño. Está tan tranquilo chupando un caramelo. La criada pregunta por su señorita. El joven le cuenta insensiblemente cuál es su situación de encerrada. Al muchacho se le ha subido a la cabeza el título de heredero de los bienes de su esposa: él es su dueño y como tal le ha exigido que Cathy le entregue hasta un medallón con las fotografía de sus padres. HEATHCLIFF le ha dado órdenes de que la maltrate y él lo hace porque no para de llorar y lamentarse y él no lo puede soportar porque no le daja dormir. Y si él no puede imponerse, llama a su padre que con violencia la logra momentáneamente aplacar. Se encuentra herida a causa de los golpes y odiándole.
La criada lo trata de miserable. No es capaz de conmoverle lo más mínimo recordando todo el cariño que ella le ha tenido y todas las trabas que ha tenido que superar cada vez que se encontraba con él. El joven Linton, con los ojos cerrados, oye como aquel que oye llover.
Viendo que allí no pintaba nada, Ellen se dirigió rápidamente a La finca de los tordos a buscar refuerzos para recuperar a Cathy. Ella se dirigió también rápidamente a ver a su amo para tranquilizarle. Le puso al corriente de lo principal eludiendo detalles que pudieran hacerle sufrir más. La verdad es que Ellen lo encuentra mal, a pesar de tener tan solo 39 años. Viendo el interés que HEATHCLIFF muestra por su herencia, una vez celebrado el matrimonio, determina cambiar el testamento para que sean albaceas los que administren sus bienes y a Catherine le entreguen los usufructos. Para cumplir su deseo mandan a un criado a buscar al notario y a cuatro criados que vayan a recuperar a Cathy a Cumbres borrascosas.
Pero ninguno de los recados se pudo llevar a cabo: el notario no podría llegar hasta el día siguiente y HEATHCLIFF había convencido a los criados de que Cathy estaba enferma y regresaron sin poder ni tan siquiera verla.
Sin embargo, casi increíblemente con la ayuda de su recién marido, esa misma noche logró salir de Cumbres borrascosas y llegar en los últimos momentos de su padre. En su compañía, muere con apacibilidad
El notario llegó cuando ya había muerto. Compinchado con HEATHCLIFF despide a todos los criados, menos a Ellen. Intenta que el cadáver de Edgar no sea enterrado junto a la tumba de su esposa, pero eso, por determinación del testamento y por oponerse la misma Ellen, no se cumple. A Cathy la permiten estar en La granja de los tordos hasta el momento en el que sacan el cuerpo de su padre.

CAPÍTULO XXIX. [La narradora es Ellen]
Solas en la biblioteca de La finca, Ellen y Cathy especulan con la posibilidad de que el señor HEATHCLIFF les permita vivir allí. Mas pronto se va a aclarar la situación porque se presenta él para ordenarle a su nuera que vuelva a Cumbres borrascosas. Le adelanta lo que se va a encontrar: Linton ha sufrido las consecuencias de su colaboración en la huida y la espera para vengarse en ella; no físicamente, por carecer de fuerza, sino cómo él sabe hacer: psicológicamente. Con todo, a pesar de que el futuro que le augura es malo, ha de trabajar para ganarse su sustento, la chica orgullosamente le hace ver que ella a pesar de las limitaciones de Linton se quieren, mientras que él está solo, siempre lo ha estado y por eso le compadece porque él sufre más que ella. Esto le saca de sus casillas y le hace reafirmarse en la proclamación del destino que la aguarda a partir de estos momentos.
LR: “aproveché su ausencia para empezar a pedirle a” Mientras Cathy se prepara, HEATHCLIFF ordena a Ellen que lleve el cuadro de Catherine a Cumbres borrascosas, aunque realmente no le hace falta ver su rostro. Aprovecha para contar cómo esa noche había sobornado al sepulturero para que retirara la tierra que cubría el féretro de su amada. A pesar de haber transcurridos dieciocho años todavía se reconocían sus facciones. Él hubiera permanecido allí para siempre, pero el sepulturero le convenció para taparlo para que no le diera el aire. Sin embargo, le convenció para que desclavara un lateral de la caja, el opuesto al hueco donde iban a enterrar a Linton, y que cuando muriera él, también desclavara el lateral de su féretro próximo al de ella. También le confiesa que la noche que la enterraron, había acudido a su tumba y que la había desenterrado para abrazarla de nuevo. En ese momento, sintió el aliento de ella y se convenció de que ella continuaba a su lado. Desde entonces esa presencia se ha ido manifestando esporádicamente y es un tormento para él porque su aparición es caprichosa y cuando él desea encontrarse con ella, no lo logra. Eso le ha llevado a una inquietud permanente.
Cuando la chica está preparada, le ordena que vaya andando a Cumbres. A Ellen le prohíbe que se acerque a ver a la señorita; si necesita comunicarse, HEATHCLIFF acudirá a La finca de los tordos, la cual la quiere arrendar.

CAPÍTULO XXX. [La narradora es Ellen]
Ellen no volvió a pisar por Cumbres borrascosas, no obstante, supo lo que pasaba por la criada que servía allí con la que se encontraba de vez en cuando por el páramo.
[La narradora es Zillah]Lo primero que le confiesa la sirviente es que no se lleva nada bien con la señorita Cathy; lo segundo, que por orden de su amo, y porque ella de por sí no desea buscarse problemas, es que no se mete en los conflictos de los demás. Mientras vivió Linton su única ocupación fue cuidarlo, pues el padre se desentendió hasta el punto de querer gastarse nada de dinero en médicos y de prohibirla a ella misma que acudiera a ayudarla. Incluso, cuando en la agonía avisa a HEATHCLIFF, este se desentiende y deja que sea ella misma la que permanezca a su lado.
Después de su entierro, Cathy no salió de su cuarto en dos semanas. Una sola vez subió su suegro a verla para en ese periodo: fue para enseñarle el testamento en el que se afirmaba que todos los bienes de su hijo, pasaban a él.
Cathy tan solo bajó al salón cuando HEATHCLIFF se ausentó; también estaba ausente Joseph. Zillah advirtió a Hareton que la señorita bajaría; al oírlo, se ruborizó. La criada notó que el chico quería estar presentable. Recogió sus armas y se dejó ayudar por la criada para asearse. Llegó con aire de superioridad y despreciando al ama y a su primo. Estaba aterida de frío y necesitaba calentarse después de permanecer encerrada un mes en su habitación. Una vez recobrado el calor, Cathy se dirigió a la estantería para examinar unos libros. Como no llegaba a ellos, Hareton se acercó a ayudarla sin que ella lo hubiera pedido. Ella siguió examinando los volúmenes; su primo, detrás, contemplando su bonito pelo al que se atrevió a acariciar. Cuando la chica notó el contacto, le rechazó con desprecio amenazando subirse a su habitación si no la dejaba en paz. Al cabo de un rato, Hareton rogó a la criada que le pidiera como cosa suya que los leyera algo. Cathy les echó en cara que durante su encierro ninguno de los dos se hubiera acercado a verla y que si había bajado no era por necesidad de compañía, sino para calentarse del frío intenso que sufría. Hareton, viendo el desplante de la chica, se olvida de los buenos propósitos y se pone a limpiar su escopeta, aunque le recuerda que había intentado sustituirla en el cuidado de Linton, pero HEATHCLIFF no le había dejado.
[El narrador es el señor Lookwood]
Hasta ese punto llega el relato de la señora Dean. El inquilino dejará La finca de los tordos, pues su deseo es trasladarse a Londres y no volver a pasar un invierno más allí. Así se lo comunicará al señor HEATHCLIFF, por si la desea alquilar.

CAPÍTULO XXXI. [El narrador es el señor Lookwood]
El señor Lookwood se dirigió a Cumbres borrascosas. Cuando llegó, HEATHCLIFF no estaba en casa. Mientras le esperaba, le acompañó Hareton y Cathy, que cocinaba unas verduras. Lookwood observa con más detenimiento a los dos primos. El chico, a pesar de su poco cuidado, es especialmente guapo; la chica, también, aunque sus modales son bruscos. El visitante le entrega una carta de la señora Dean. En ese momento, la nostalgia de su casa natal la embarga recordando su vida pasada. Lookwood le sugiere que responda a esa carta, pero no puede porque su suegro ha retirado todos los objetos de escritorio y todos sus libros. Como HEATHCLIFF no saca placer en la lectura, nadie en casa podía disfrutar con la biblioteca. Tan solo ha podido examinar algunos que Hareton le había robado. El trato que dispensa a su primo es pésimo. El señor Lookwood sale en defensa del chico apostando a que esos libros se los quitó con el ánimo de aprender. Ella se ríe de su ignorancia; no obstante, es probable que él solo haya sido capaz de dar los primeros pasos en la lectura. Viéndola enfadada, Hareton le devuelve los libros, pero, después de haber pasado por sus manos, Cathy ya no los quiere. Enfadado los arroja al fuego. Ella sigue metiéndose con él, que abandona la casa en el momento en el que el señor HEATHCLIFF entra. Está muy desmejorado desde la última vez que lo vio. Le invita a que se quede a comer con ellos. Hablan del arriendo. El dueño le exige el pago de la anualidad entera, pero sin ningún apremio. La casa estará a su disposición durante ese tiempo por si cambia de opinión y desea regresar.
Se va sin poder ver a Cathy, con la que ha estado imaginando que se podía convertir en su mujer, algo que hubiera gustado mucho a la señora Dean.

CAPÍTULO XXXII. [El narrador es el señor Lookwood]
Estamos en el mes de septiembre de 1802. El señor Lookwood, regresando del norte, pasó cerca de Gimmerton y se le ocurrió acercarse a La finca de los tordos y hospedarse una noche. Cuando llegó a la casa se encontró con una guardesa desconocida y torpe, que se sorprendió ver al amo y poco hábil se vio en apuros para preparar un cuarto para el amo donde pasar la noche. Ellen se había trasladado a vivir a Cumbres borrascosas. Mientras le preparaban la dependencia se dio una vuelta por Cumbres borrascosas. Antes de entrar, notó un cambio significativo; había plantas y flores que desprendían aroma de alhelíes. Sin que nadie le viera contempló cómo Cathy enseñaba amorosamente a leer a Hareton; se lamentó no disfrutar de la belleza de la chica por la que había sentido atracción. No quiso hacerse notar y bordeando la casa buscó la cocina. Nelly, sentada fuera cantaba mientras cosía. Desde dentro, Joseph reprocha a la mujer sus frivolidades porque le desconcentran en sus lecturas bíblicas y se lamenta que entra las dos mujeres, se refiere también a Cathy, estén echando a perder al pobre Hareton.
Cuando Nelly se da cuenta de la presencia del señor Lookwood, se alegra muchísimo. Le explica que el señor HEATHCLIFF le pidió que se trasladara a Cumbres borrascosas cuando Zillac, la anterior criada se despidió. El visitante le explica el motivo de la vuelta, que no es otro que zanjar el contrato de alquiler. Se sorprenderá cuando le digan con quien tiene que tratar del asunto es con Cathy o con ella misma, ya que el amo había muerto hacía tres meses. Le explicó las circunstancias en las que produjo el deceso.
El señor HEATHCLIFF le pidió a Ellen que se instalara en Cumbres borrascosas a los quince días de haberse marchado. No le explicó las razones de esta decisión. Le pidió que compartiera habitación con Cathy, a la que no soportaba de ninguna manera. Por otra parte, Cathy poco a poco se fue incorporando a las rutinas diarias. La relación con Hareton continúan tirantes por el desprecio de ella al muchacho, aunque cada vez más van estableciendo algún vínculo. Cathy no soporta la vida ordinaria del chico al que acusa de tener otros valores o intereses que los primarios.
La convivencia de los dos primos no va a ser fácil por el desprecio de ella hacia él y el resentimiento de él hacia ella. Esta relación es observada y reconducida por Ellen. Al final, con cariño y paciencia , Cathy logra que Hareton permita su presencia y cercanía y se interese por aprender a leer.
Ellen se alegra de que se estén sentando las bases de una futura relación amorosa y que sea con Hareton, y no con su oyente, el señor Lookwood.
Con el apoyo de Hareton, Cathy se va a sentir más segura y se atreverá a tomar iniciativas, como la de arrancar alguna grosellera de Joseph para plantar alguna flor.
Por otra parte, con el apoyo de Hareton, va a perder el miedo que le inspira su suegro y le desafía con su mirada y con su actitud. Cuando Joseph le comunica a su señor el arranque de las plantas, el amo la emprende con su nuera, pero en el momento de la agresión, Hareton le para suavemente. HEATHCLIFF entiende el poder que la muchacha ejerce sobre su ahijado y tan solo pide que se alejen de su vista.
La relación feliz de la pareja, con un Hareton con 23 años que recobra su luminosidad ,y una Catherine con 18 años de ilusión vital, cada vez es más natural dentro de Cumbres borrascosas. HEATHCLIFF los descubre y se siente desarmado y ya poco motivado para seguir disfrutando dando salida a su venganza. Los dos jóvenes le recuerdan a su querida Catherine; tienen los dos primos sus mismo ojos y algunos rasgos de su amada. Sin embargo, no es este perecido el que le frena para vengarse, pues su mujer aparece reflejada en cualquier detalle ordinario. Tan solo pide que se alejen de él; sobre todo, no puede soportar la presencia de la joven.
Con Ellen se sincera y le expresa un estado de ánimo nuevo. Aún no sabe qué es, pero presiente cambios. Antes que nada, le dice que su pasividad con respecto a esa relación no es un gesto de magnanimidad ni de generosidad; es, más bien, de pasividad, de falta de ilusión. Casi le da igual que toda su empresa vital de intentar hacerse con la hacienda de las dos familias acabe en manos de esos dos. No tendría dificultad para destruir esa relación.
A Ellen se le pasa por la cabeza que a lo mejor se encuentra enfermo, pero él lo desmiente categóricamente. Es más bien la falta de vitalidad que le desanima casi a no comer, a no respirar…

CAPÍTULO XXXIV. [La narradora es Ellen]
El comportamiento de HEATHCLIFF es sorprendente para los habitantes de Cumbres borrascosas por la alegría visible para todos. Ese comportamiento se produjo después de pasar una noche entera fuera de casa. Sin embargo, no quiso comunicar a nadie lo que se le pasaba por la cabeza. Lo único que exigió es que CATHY y HARETON no se presentaran ante él. Mandó que todo el mundo le dejara solo. Cuando llegó la hora de la cena, Ellen le llevó la cena y se lo encontró con todas las ventanas abiertas, apoyado en el alféizar y mirando hacia adentro. La criada se asustó al verlo en esa situación. Esa tarde se acostó sin cenar y no en su dormitorio, sino en la habitación con paredes de madera.
A la mañana siguiente, la criada le sirvió para desayunar un tazón de café. Se sentó en el lugar habitual y permaneció una hora mirando hacia la ventana sin beber ni un sorbo del café. Él pregunta a la criada si le puede confirmar la presencia en la cocina de alguien más de ellos dos. La figura que veía estaba como a dos metros de él y no se estaba quieta. Como la criada le importunaba con sus ruegos de que comiera, de malos modos le pidió que a partir de ese momento le dejara la comida preparada y que él comería cuando le apeteciera.
La enajenación de HEATHCLIFF iba en paralelo a sus desordenados hábitos de vida. Ellen observó en momentos que se quedaba solo que suspiraba y se dirigía a CATHERINE. Antes de que el proceso de locura fuera a más, le mandó a la narradora que fuera a buscar al notario con la intención de dictar testamento. Ellen le recomienda que lo mejor que puede hacer es comer y descansar después de tres días sin hacer ni lo uno ni lo otro. Le recomienda, además, que intente reparar las injusticias que ha cometido en la vida. Pero él considera que no ha cometido ninguna y afirma que se siente feliz; con todo, le deja que le aconseje. Lo primero que le pide la criada es que se ponga a bien con Dios. Este tema le recuerda a HEATHCLIFF un encargo que ella tenía que cumplir en relación a cómo quería que fuera su funeral, que había de ser por la noche, sin la presencia de ningún sacerdote ni palabras de despedida, y solo deseaba que asistiera ella misma y, como mucho, Hareton.
El estado de HEATHCLIFF continuó buscando el aislamiento en su cuarto, hablando y gimiendo solo. La criada mandó llamar al doctor Kenneth. Pero, cuando llegó, no le dejó entrar para que lo examinara. Esa misma noche, divisó Ellen desde fuera la ventana abierta de la habitación de su amo. Llovía con intensidad y el agua entraba en el cuarto. La criada decidió entrar a ver qué pasaba. Cuando abrió la habitación no lo vio, pero, al entrar en el pequeño habitáculo separado por la pared de madera, lo contempló tumbado en la cama con los ojos abiertos. El agua le daba de lleno y estaba empapado y una mano estaba desollada por el roce de la ventana. Cuando lo tocó, comprobó que ya estaba frío.
Aunque la criada intentó cerrarle los ojos y cambiarle la mueca de risa de la cara de HEATHCLIFF, le resultó imposible. En el velatorio el único que mostró dolor por el fallecido fue Hareton.
El entierro se llevó a cabo como había estipulado. La criada espera que todos los muertos reposen definitivamente, pero asegura que muchos vecinos, incluido Joseph, creen ver en noches de lluvia a la pareja de HEATHCLIFF y CATHERINE.
[EL NARRADOR ES EL SEÑOR LOCKWOOD]
Una vez finalizado el relato de la señora Dean, el señor Lockwood deja Cumbres borrascosas viendo en actitud amorosa a Hareton y a la pequeña Cathy. Antes Ellen le ha dicho que se irán a vivir a la Finca y que en Cumbres solo se quedará el viejo Joseph.
El señor Lockwood, antes de regresar a su casa, se pasa por el cementerio a visitar las tres tumbas aisladas, próximas al páramo y comprueba la apacibilidad del lugar y de las personas que reposan allí.


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Sinopsis

El asesinato de un diputado en un museo de Madrid lleva a un inspector inexperto a Salamanca, circunscripción por la que es electo el difunto. Durante la estancia en la ciudad se adentrará en el mundo académico, político y social en busca de indicios que expliquen los motivos que han llevado al verdugo a cometer tal atrocidad. El proceso indagatorio conducirá al detective a plantearse alguno de los principios por los que ha de regirse en su oficio, después de entrevistarse con testigos poco habituales que no parecen entristecerse con la muerte del político y que no aportan datos significativos del caso.

El ambiente de la localidad universitaria de principios de los noventa del siglo pasado, extraño para el protagonista, más la resolución del caso, le dejarán la sensación de fracaso de su valía profesional y, sobre todo, del papel que le corresponde como agente al servicio de la justicia. 

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